La valiosa regla de oro

 


Por Josué I. Hernández

 
Juan 3:16 es un excelente resumen del evangelio. De ninguna manera dice todo lo que necesitamos saber sobre la salvación; debemos ir a otros versículos para completar el cuadro. Sin embargo, es un bosquejo fácil de memorizar.
 
Lucas 6:31 es un excelente versículo que resume el tema de la conducta; y aunque no nos dice todo lo que necesitamos saber, aplicar este principio es de gran ayuda para vivir correctamente: “Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos”.
 
Comprensible
 
Algunos conceptos son difíciles de entender. Son ideas abstractas, expresadas en un lenguaje técnico, y complejo. Son cuestiones teóricas, no prácticas. No es así con la regla de oro. Incluso, los niños pueden entenderla. Los padres pueden preguntar a sus hijos: “¿Cómo te sentirías si alguien te hiciera eso?”.
 
La alternativa del mundo es la siguiente: “Trata a los demás de la misma manera en que te han tratado a ti”. Esto apela al sentido de justicia que cada cual tenga, si es que tiene, y explica las riñas: “él me trató así primero”. En fin, innumerables pecados son cometidos porque algunos tratan a los demás de la misma manera en que han sido tratados.
 
A veces la gente apela a la Biblia como justificación para este tipo de conducta egoísta. ¿No dice la Biblia “ojo por ojo y diente por diente”? Sí, pero como siempre, esta máxima tiene su contexto. La ley del talión procuraba la justicia en la sociedad judía del Antiguo Testamento, y se aplicaba en un contexto judicial (cf. Ex. 21:23-25; Lev. 24:19-22; Deut. 19:19-21). Establecía una sanción proporcional al delito cometido, ni demasiado indulgente, ni demasiado severa. Sin embargo, la ley del talión no permitía la venganza personal (Mat. 5:38-48), aunque esto enseñaban los escribas y fariseos (Mat. 5:20).
 
A menudo, la represalia produce más odio, y más represalias. Es más, alguno podría vengarse por algún agravio percibido, algún supuesto, sin que exista un agravio real.
 
La regla de oro brilla por su superioridad. Sus méritos son evidentes. Evita la inmensa mayoría de conflictos y tiende a ponerles fin cuando surgen.
 
Aplicable
 
La regla de oro se adapta a toda situación y en toda relación. No hay manera en que la regla de oro no se ajuste adecuadamente.
 
Podemos aplicarla a nuestras acciones. Nos hace justos al comprar y vender. Nos hace tratar a todos por igual, independientemente de su posición. Requiere que seamos amables y educados. Nos impulsa a respetar la propiedad de los demás. Nos hace pacientes cuando las personas están aprendiendo una nueva tarea, y nos hace comprensivos cuando alguno comete un error. Nos estimula a ser amigables con aquellos a quienes no conocemos.
 
Podemos aplicarla a nuestros juicios sobre los demás. Ellos tienen el mismo derecho que nosotros a un juicio paciente, imparcial e informado (cf. Sant. 2:1-13), a que se les conceda el beneficio de la duda, a que se les atribuyan buenos motivos en lugar de malos.
 
Podemos aplicarla a nuestro lenguaje. Nos ayuda a evitar expresiones ofensivas (Fil. 4:5; Col. 4:6), mientras nos impulsa a edificar a otros (cf. Ef. 4:29). Reduce la tendencia crítica, mientras nos enseña a conversar con precisión y respeto (Sal. 15:3).
 
Conclusión
 
Para nuestro asombro, la regla de oro también tiene su aplicación a nuestra relación con el Señor. Si queremos que él nos escuche, debemos escucharlo a él (cf. Prov. 28:9). Si queremos que él nos confiese, debemos confesarlo a él (cf. Mat. 10:32,33). Si queremos que él nos exalte, debemos exaltarlo a él (cf. 1 Ped. 3:15; 5:6).
 
¿Estoy tratando a los demás como quiero que me traten a mí? ¿Estoy tratando a Dios como quiero que él me trate a mí?