Juan 3:16 es un excelente resumen del
evangelio. De ninguna manera dice todo lo que necesitamos saber sobre la
salvación; debemos ir a otros versículos para completar el cuadro. Sin embargo,
es un bosquejo fácil de memorizar. Lucas 6:31 es un excelente versículo que resume
el tema de la conducta; y aunque no nos dice todo lo que necesitamos saber, aplicar
este principio es de gran ayuda para vivir correctamente: “Y como queréis que
hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos”.
Comprensible
Algunos conceptos son difíciles de entender.
Son ideas abstractas, expresadas en un lenguaje técnico, y complejo. Son
cuestiones teóricas, no prácticas. No es así con la regla de oro. Incluso, los
niños pueden entenderla. Los padres pueden preguntar a sus hijos: “¿Cómo te
sentirías si alguien te hiciera eso?”. La alternativa del mundo es la siguiente: “Trata
a los demás de la misma manera en que te han tratado a ti”. Esto apela al sentido
de justicia que cada cual tenga, si es que tiene, y explica las riñas: “él me
trató así primero”. En fin, innumerables pecados son cometidos porque algunos
tratan a los demás de la misma manera en que han sido tratados. A veces la gente apela a la Biblia como justificación
para este tipo de conducta egoísta. ¿No dice la Biblia “ojo por ojo y diente
por diente”? Sí, pero como siempre, esta máxima tiene su contexto. La ley del
talión procuraba la justicia en la sociedad judía del Antiguo Testamento, y se
aplicaba en un contexto judicial (cf. Ex. 21:23-25; Lev. 24:19-22; Deut. 19:19-21).
Establecía una sanción proporcional al delito cometido, ni demasiado
indulgente, ni demasiado severa. Sin embargo, la ley del talión no permitía la
venganza personal (Mat. 5:38-48), aunque esto enseñaban los escribas y fariseos
(Mat. 5:20). A menudo, la represalia produce más odio, y más
represalias. Es más, alguno podría vengarse por algún agravio percibido, algún
supuesto, sin que exista un agravio real. La regla de oro brilla por su superioridad. Sus
méritos son evidentes. Evita la inmensa mayoría de conflictos y tiende a ponerles
fin cuando surgen.
Aplicable
La regla de oro se adapta a toda situación y en
toda relación. No hay manera en que la regla de oro no se ajuste adecuadamente. Podemos aplicarla a nuestras acciones. Nos hace justos al comprar y vender.
Nos hace tratar a todos por igual, independientemente de su posición. Requiere
que seamos amables y educados. Nos impulsa a respetar la propiedad de los
demás. Nos hace pacientes cuando las personas están aprendiendo una nueva tarea,
y nos hace comprensivos cuando alguno comete un error. Nos estimula a ser amigables
con aquellos a quienes no conocemos. Podemos aplicarla a nuestros juicios sobre los
demás. Ellos tienen
el mismo derecho que nosotros a un juicio paciente, imparcial e informado (cf.
Sant. 2:1-13), a que se les conceda el beneficio de la duda, a que se les
atribuyan buenos motivos en lugar de malos. Podemos aplicarla a nuestro lenguaje. Nos ayuda a evitar expresiones
ofensivas (Fil. 4:5; Col. 4:6), mientras nos impulsa a edificar a otros (cf.
Ef. 4:29). Reduce la tendencia crítica, mientras nos enseña a conversar con
precisión y respeto (Sal. 15:3).
Conclusión
Para nuestro asombro, la regla de oro también tiene
su aplicación a nuestra relación con el Señor. Si queremos que él nos escuche,
debemos escucharlo a él (cf. Prov. 28:9). Si queremos que él nos confiese,
debemos confesarlo a él (cf. Mat. 10:32,33). Si queremos que él nos exalte,
debemos exaltarlo a él (cf. 1 Ped. 3:15; 5:6). ¿Estoy tratando a los demás como quiero que me
traten a mí? ¿Estoy tratando a Dios como quiero que él me trate a mí?