Predicando y juzgando

 


Por Josué I. Hernández

 
La instrucción de Jesús “No juzguéis” (Mat. 7:1) parece ser una de las enseñanzas más populares en estos días. A los predicadores a veces se nos acusa de transgredir este principio cuando proclamamos la verdad de Dios, ya sea cuando señalamos los requisitos para la salvación, o sus normas morales en general. Cada vez que declaramos que algo está mal, y por qué está mal, se nos acusa de juzgar.
 
Animamos a los acusadores a estudiar cuidadosamente las tres cartas de Pablo a los predicadores Timoteo y Tito. Estas epístolas están en la Biblia para enseñar cuál es la obra del predicador, para entender dicha obra, y apoyarla.
 
Pablo, un hombre que escribió bajo inspiración, identificó varias áreas problemáticas, por ejemplo:
  • Hombres que enseñan doctrinas extrañas (1 Tim. 1:3; 6:3).
  • Maestros que no saben lo que están hablando (1 Tim. 1:7).
  • Personas que no viven conforme al estándar del evangelio (1 Tim. 1:9-11).
  • Apóstatas por creencias y conducta (1 Tim. 4:1-3).
  • Argumentos de lo que falsamente se llama ciencia (1 Tim. 6:20,21).
  • Pendencieros que solo buscan discutir (2 Tim. 2:14,23).
  • Engañadores persuasivos que cautivan a los débiles (2 Tim. 3:6).
  • Intelectuales que nunca pueden decidir sobre la verdad (2 Tim. 3:7).
  • Hombres rebeldes y habladores vanos (Tito 1:10).
  • Aquellos que profesan conocer a Dios, pero lo niegan con su conducta (Tito 1:16).
  • Cristianos que se olvidan cómo deben vivir (Tito 3:1,2).
  • Cristianos que no se ocupan en buenas obras (Tito 3:8).
 
Timoteo y Tito tenían mucho que hacer. Además de predicar positivamente el mensaje del evangelio, debían corregir a los falsos maestros (1 Tim. 1:3,4), señalar sus errores (1 Tim. 4:6), reprender a los que continuaban en pecado, incluidos los ancianos (1 Tim. 5:20), proteger la verdad (1 Tim. 6:20; 2 Tim. 1:13,14), recordar a los hermanos (2 Tim. 2:14; Tito 3:1), reprender severamente y silenciar a los engañadores (Tito 1:10-13), predicando siempre la conducta conforme a la sana doctrina (Tito 2:1-10). En fin, la obra del predicador no contradice el juicio hipócrita que Jesús condenó (Mat. 7:1).
 
No obstante, los predicadores deben tener cuidado. En todo su trabajo, los predicadores deben mantener una buena conciencia (1 Tim. 1:19), comportándose dignamente (1 Tim. 3:15; 6:14), siendo ejemplos (1 Tim. 4:12,16), interactuando con otros discípulos de manera correcta (1 Tim. 5:1,2), dispuestos a sufrir (2 Tim. 2:3; 4:5), sabiendo las sagradas Escrituras (2 Tim. 3:15-17), siempre amables, gentiles y pacientes (2 Tim. 2:24-26), pero predicando con autoridad (Tito 2:15) sin enredarse en argumentos vanos (Tito 3:9), peleando la buena batalla de la fe (1 Tim. 6:12).
 
Recordemos el resumen de Pablo, “que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas. Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio” (2 Tim. 4:2-5).