Se arrepintió en otro lado

 


Por Josué I. Hernández

 
El hermano defraudó a una iglesia y a varios individuos, pero se arrepintió en otro lado, ¿debe ir y pedir perdón a los hermanos contra quienes pecó? ¿Es necesario que confiese los pecados que cometió o es suficiente una admisión general?

 
Antes de responder las preguntas, debemos considerar si hay, o no, testigos concordando en su acusación (cf. 2 Cor. 13:1; 1 Tim. 5:19).  
 
Las dos preguntas parecen señalar un caso de “divisiones y tropiezos en contra de la doctrina” (cf. Rom. 16:17-20), y mientras oramos esperando el arrepentimiento del hermano y la confesión de su pecado, debemos reconocer las condiciones que Dios impone para la salvación de su alma.
 
El Señor Jesucristo dijo que antes de adorar, el ofensor debe ir y reconciliarse con aquel contra el cual pecó (Mat. 5:23,24) y exponer su arrepentimiento (Luc. 17:3,4).
 
El que robó, ¿no debe devolver lo robado? El que mintió, ¿no debe decir la verdad? El que causó la herida, ¿no debe procurar sanarla?
 
Piénselo detenidamente. ¿Por qué Zaqueo dijo: “si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado” (Luc. 19:8)? ¿Por qué el carcelero de Filipos antes de bautizarse “les lavó las heridas” (Hech. 16:33)? ¿Por qué “muchos de los que habían practicado la magia trajeron los libros y los quemaron delante de todos” (Hech. 19:18-19)?
 
Una admisión general es insuficiente, porque el Señor nos manda a confesar el pecado cometido (cf. Hech. 8:22; Sant. 5:16; 1 Jn. 1:9). Encubrir el pecado impide la misericordia de Dios (Prov. 28:13).
 
El hijo de Dios que está “arrepentido” siempre vuelve aceptando las consecuencias (cf. Luc. 15:17-24) y los frutos de su arrepentimiento son notorios (cf. 2 Cor. 7:11).