El uso de la palabra “espíritu”

 


Por Josué I. Hernández

 
No reconocer el uso de una palabra bíblica ha sido fuente de muchos malentendidos y falsas doctrinas. Desconociendo el uso de la palabra “espíritu” en las sagradas Escrituras, algunos están malinterpretando la obra del Espíritu Santo.
 
Ninguna palabra debe interpretarse aislada de su contexto. Las palabras a menudo se usan de diferentes maneras y con diferente significado. Por ejemplo, piense en la palabra “carne”. Cuando la Biblia habla de “carne” no siempre se refiere a un bistec (Rom. 14:21; 1 Cor. 8:13). La carne referida podría ser la sustancia que compone el cuerpo (1 Cor. 15:39) como el mismo cuerpo (Gal. 2:20). A veces la carne es la vida mundana, la vida dirigida por un mal corazón (Gal. 5:19-21), y a veces “carne” es una referencia a los logros humanos (cf. 1 Cor. 1:26; Fil. 3:4), la experiencia humana en la tierra (Heb. 5:7), o las circunstancias adversas que afectan la vida (1 Cor. 7:28). Sencillamente, no debemos pensar en un bistec cada vez que leemos “carne” en la Biblia. Sin embargo, cada vez que algunos leen la palabra “espíritu” piensan en cosas directamente relacionadas con el Espíritu Santo, o con el Espíritu Santo mismo. Y así, al no permitir que el contexto determine el uso y significado de la palabra, llegan a conclusiones equivocadas respecto a la obra del Espíritu Santo.
 
La palabra “espíritu”
 
El sustantivo “espíritu” aparece más de 500 veces en la Biblia, y se usa de varias maneras tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento.
 
Es importantísimo observar cada texto en el que se usa la palabra “espíritu” (gr. “pneuma”) permitiendo que el contexto determine el significado de la palabra. A veces se indica el espíritu humano (Sant. 2:26) y en otras ocasiones una actitud (Rom. 8:15; 11:8). A veces, es mencionado el Espíritu Santo (Heb. 2:4) y a veces un demonio (Mar. 1:23). En un contexto “espíritu” es el propósito y objetivo (2 Cor. 12:18; Fil. 1:27), en otro es el carácter (Luc. 1:17), y en otro son ángeles (Heb. 1:14).
 
El significado de la palabra “espíritu” no está determinado por tipos de letra, ya sean mayúsculas o minúsculas. El texto griego del Nuevo Testamento no fue escrito usando mayúsculas y minúsculas. Las letras mayúsculas y minúsculas son la obra de traductores y editores, así como los títulos, subtítulos, notas al pie, y palabras o frases en un color diferente. Por lo tanto, no es correcta la noción popular de asumir que se habla del Espíritu Santo siempre que el sustantivo “Espíritu” aparezca con mayúscula inicial.
 
Dos ejemplos de la palabra “Espíritu” (en letra mayúscula), como si trataran del Espíritu Santo, cuando debiese leerse “espíritu” (actitud o disposición), son los siguientes: “Espíritu de su Hijo” (Gal. 4:6), “su Espíritu” (1 Jn. 4:13).
 
La causa por el efecto
 
“Esta figura (del gr. metá—indicando cambio—y ónoma = nombre) consiste en el cambio de un nombre por otro con el que el primero guarda alguna relación. Los nombres de las personas se usan, a veces, para designar algo relacionado con ellas” (E. W. Bullinger, Diccionario de figuras de dicción usadas en la Biblia).
 
“Hay metonimia de causa cuando se pone la causa por el efecto; por ejemplo: el agente, por lo hecho; el instrumento, por el efecto; la acción, por el resultado. Hay metonimia de efecto cuando, por el contrario, se pone el efecto en lugar de la causa. Hay metonimia de sujeto cuando se pone el sujeto en lugar de algo que le pertenece; como, por ejemplo, el poseedor, por lo poseído; la cosa significada, por el signo. Hay metonimia de adjunto cuando, al contrario que en la anterior, lo que pertenece a algo se pone por la cosa misma a la que pertenece” (Ibíd.).
 
Un ejemplo de metonimia de causa es cuando vemos que el eunuco leía al profeta Isaías (Hech. 8:28). ¿Literalmente leía al profeta Isaías? No, estaba leyendo lo que Isaías escribió. Así también, Pablo indicó a quienes leían a Moisés (2 Cor. 3:15).
 
En ocasiones leemos que se indica al Espíritu Santo (causa) por la palabra que fue revelada por él (efecto). Entonces, “nacido del Espíritu” (Jn. 3:6) equivale a “renacidos… por la palabra de Dios” (1 Ped. 1:23). Del mismo modo, el Espíritu Santo (causa) fue indicado por las manifestaciones milagrosas (efecto) que él repartió según su voluntad.
 
El Espíritu Santo no estaba literalmente dentro de los cuerpos de los apóstoles cuando “fueron todos llenos del Espíritu Santo” (Hech. 2:4), ni fue distribuido personalmente cuando apóstoles de Cristo “les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo” (Hech. 8:17,18; 19:6). Sencillamente, los dones y operaciones (efecto) son mencionados llevando el nombre del Espíritu Santo (metonimia de causa).
 
Conclusión
 
Estudiemos cuidadosamente el contexto en el que aparece la palabra “espíritu”, ya sea que aparezca en minúscula o mayúscula, para entender lo que el autor decía al escribir el texto inspirado.