Sacramentos

 


Por Josué I. Hernández

 
Un sacramento es aquello apartado como santo; específicamente, se entiendo como un medio o canal de gracia; un rito u ordenanza, a través del cual se infunde gracia santificante y poder fortalecedor en el alma del receptor. 
 
“La palabra "sacramento" proviene del latín "sacramentum", que en el período clásico de la lengua se usaba en dos sentidos principales: (1) como término legal para denotar la suma de dinero depositada por dos partes en un pleito, que el perdedor perdía y destinaba a usos sagrados; (2) como término militar para designar el juramento de obediencia que hacían los soldados recién alistados. Ya sea que se refiera a un juramento de obediencia o a algo apartado para un propósito sagrado” (McClintock and Strong Biblical Cyclopedia).    
 
Es importantísimo reconocer que en el Nuevo Testamento nunca se designan ciertos actos de obediencia como sacramentos. Es decir, en el registro sagrado no encontramos ni la palabra ni el concepto. Luego, tampoco leemos que Cristo estableciese su iglesia como una entidad que canalice salvación por medio de algún clero y sacramentos.
  
Buscando en la historia, aprendemos que a finales del siglo II, y principios del siglo III, la palabra “sacramento” fue empleada en un sentido eclesiástico por Tertuliano para designar el bautismo y la cena del Señor.
 
Por la desviación de la doctrina de los apóstoles (cf. Hech. 2:42; 1 Cor. 4:17; 2 Tim. 1:13) ciertos actos comenzaron a distinguirse como portadores especiales de la gracia. Estas prácticas originalmente tenían un trasfondo bíblico, pero gradualmente fueron pervertidas por maestros descarriados (cf. 2 Tes. 2:1-12; 1 Tim. 4:1-5; 1 Jn. 4:1).
 
En la época medieval (500-1500 d.C., aprox.), la Iglesia romana estaba sumida en el error doctrinal, y su clero había separado varios actos como sacramentos; pero, no fue hasta el siglo XVI que se los catalogó como siete, los siete sacramentos, “cada uno de los siete signos sensibles de un efecto interior y espiritual que Dios obra en las almas” (RAE). 
 
“La definición de Agustín de un sacramento como "la forma visible de una gracia invisible" hasta cierto punto limitaba su aplicación” (McClintock and Strong Biblical Cyclopedia). Sin embargo, a pesar de tal limitación, Hugo de San Víctor, en el siglo XII, enumeró hasta 30 sacramentos.  
 
No fue hasta el Concilio de Trento cuando se declaró que las formas visibles son sacramentos solamente cuando representan una gracia invisible y se convierten en sus canales. Pedro Lombardo, y otros escolásticos, habían indicado que el número de sacramentos debería fijarse en siete, apoyados en analogías fantasiosas que exponían que el número siete es un número sagrado.
 
Dice el Concilio de Trento, sesión 7, canon 1: “Si alguno dijere que los sacramentos de la nueva ley no fueron todos instituidos por Jesucristo nuestro Señor, o que son más o menos que siete, a saber: bautismo, confirmación, eucaristía, penitencia, extremaunción, orden y matrimonio, o incluso que alguno de estos siete no es verdadera y propiamente sacramento, sea anatema”.
 
Mientras la Iglesia Romana tiene 7 sacramentos, los Protestantes tienen 2. Para la Iglesia Romana todos los sacramentos operan “ex opere operato” (lat. “por obra de lo obrado”), mientras que para los Protestantes los sacramentos operan “ex opere operantis” (lat. “por obra de quien actúa”). Sin embargo, la Biblia no enseña la existencia de algún sacramento.
 
Cada acto, rito u ordenanza, llamado “sacramento”, es una perversión de alguna doctrina de la palabra de Cristo. Por ejemplo, el sacramento del bautismo no es “bautismo bíblico” sino un “bautismo humano”.
 
Conclusión
 
Si queremos agradar al Señor en todo lo que hacemos (Col. 3:17,23), debemos obedecerle en todo lo que él requiere de nosotros (cf. Heb. 5:9; Jn. 12:48). Sin embargo, los sacramentos son perversiones de prácticas establecidas por Cristo y sus apóstoles, son “estratagemas de hombres” (Ef. 4:14), “mandamientos y doctrinas de hombres” (Col. 2:22), “doctrinas de demonios” (1 Tim. 4:1; 1 Jn. 2:18), y, por lo tanto, son un culto vano (cf. Mat. 15:3,9).
 
Designar algunos actos de obediencia como “sacramentos” no es hablar conforme a la revelación de Dios en su palabra, la Biblia (cf. 1 Ped. 4:11; 1 Cor. 4:6). Cristo no los instituyó, y la Biblia los desconoce.
 
La iglesia no es una entidad que canalice la gracia a través de sacramentos. La gracia se recibe a través del evangelio (Hech. 20:24), la palabra de la gracia de Dios (Hech. 20:32), y los que perseveran en la doctrina de Dios están en “la verdadera gracia de Dios” (1 Ped. 5:12).