Para servir a las mesas

 


Por Josué I. Hernández

 
Cuando la iglesia en Jerusalén crecía más y más, enfrentó varios problemas derivados de tal crecimiento, uno de estos problemas fue la murmuración, y la queja indicaba un prejuicio étnico (Hech. 6:1).
 
Entonces, los apóstoles convocaron a la iglesia, explicaron el problema e indicaron la solución: “No es conveniente que nosotros descuidemos la palabra de Dios para servir mesas. Por tanto, hermanos, escoged de entre vosotros siete hombres de buena reputación, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes podamos encargar esta tarea. Y nosotros nos entregaremos a la oración y al ministerio de la palabra” (Hech. 6:2-4, LBLA).
 
La propuesta agradó a todos los miembros los cuales buscaron a los varones idóneos, varones tales como Esteban y Felipe (Hech. 6:5,6). Estos varones atenderían la necesidad urgente, “la distribución diaria”, es decir, “servir a las mesas” (Hech. 6:1,2; cf. 1 Tim. 5:3-16), solucionando la cuestión misma de la cual surgió la murmuración.
 
Este es otro ejemplo de cómo la iglesia en Jerusalén perseveraba “en la doctrina de los apóstoles” (Hech. 2:42), la cual fue enseñada “en todas partes y en todas las iglesias” (1 Cor. 4:17).
 
Aplicaciones
 
La iglesia local debe cuidar de los suyos. Desde el principio todos los miembros de la iglesia en Jerusalén “perseveraban… en la comunión unos con otros… y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno” (Hech. 2:42,45). Este no fue un programa de benevolencia para evangelizar, sino la benevolencia expresada a los miembros necesitados, “De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él” (1 Cor. 12:26).
 
Toda iglesia de Cristo tiene en sí misma la capacidad para superar los problemas que se presenten. Las quejas en voz baja, el rezongo, y el murmullo, nunca lograrán la solución de algún problema, “Haced todo sin murmuraciones y contiendas” (Fil. 2:14). La murmuración no solo indica insatisfacción, amargura e ingratitud, también señala la indisposición a participar en la solución. La murmuración no es una marca de espiritualidad (cf. Jud. 3,4,16,19) y fue uno de los factores en la destrucción de Israel (1 Cor. 10:10,11).
 
Si los apóstoles se dedicaban a servir a las mesas descuidarían “la oración y en el ministerio de la palabra”. ¿Qué tan importantes son estas cosas para nosotros? Dios quiere que su palabra sea predicada por varones dedicados al estudio y la oración (cf. 1 Tim. 4:13; 2 Tim. 2:2; 4:2). “El evangelista no debe dedicarse a servir mesas ni mucho menos a ser director de actividades sociales o de divertir a los jóvenes, sino que debe imitar a los apóstoles en dedicarse a la palabra” (W. Partain).
 
El Señor exige un alto estándar a los varones que servirán a su pueblo. Debían ser “hombres de buena reputación, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría” (Hech. 6:3). Piénselo detenidamente, ¿qué clase de hombres exigiríamos nosotros para un trabajo semejante? ¿Nos parece muy estricto? ¿A qué clase de hermanos tenemos en la dirección, las oraciones públicas, las clases y los sermones? El carácter es importante para el Señor y debe ser importante para nosotros. “todos los que sirven al Señor de cualquier manera deben poseer estas cualidades. A veces se le da participación a algún hermano infiel para que dirija los cantos, las oraciones y la mesa del Señor. Recuérdese este texto la próxima vez que algún hermano infiel se encargue de estos servicios.” (W. Partain).