Cuando hemos recibido la feliz noticia de que
hay un nuevo hermano en la familia de Dios, alguno nos ha dicho: “él fue
bautizado” (cf. Gal. 3:26,27); y a veces también se dice: “él obedeció al
evangelio” (cf. Rom. 10:16). Ambas declaraciones son correctas.
Obedecer al evangelio
El Nuevo Testamento enseña sobre la urgencia de
obedecer al evangelio. Por ejemplo, el apóstol Pablo escribió, “Mas no todos
obedecieron al evangelio; pues Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído a nuestro
anuncio?” (Rom. 10:16). Y también escribió que Cristo vendrá en juicio “para
dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de
nuestro Señor Jesucristo” (2 Tes. 1:8). Luego, también leemos que el
apóstol Pedro preguntó, “¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al
evangelio de Dios?” (1 Ped. 4:17). La gracia de Dios tiene una palabra (Hech.
14:3; 20:32) la cual es el evangelio (Hech. 20:24), y esta palabra debe ser
predicada (2 Tim. 4:2) para que suceda la obediencia al evangelio de Jesucristo
(cf. 2 Tes. 1:8; Heb. 5:9).
Obedecer el plan de salvación del evangelio
Romanos capítulo 10 describe a un porcentaje
amplio de judíos que fracasaron en someterse al evangelio de Cristo, “Mas no
todos obedecieron al evangelio… Todo el día extendí mis manos a un pueblo
rebelde y contradictor” (Rom. 10:16,21). En este caso Pablo se refiere a la
rebeldía contra el plan de salvación del evangelio, por el cual el obediente
alcanza la justificación (Rom. 1:17; 3:21,22; 10:3). No hay gracia para el
desobediente (Rom. 1:5; 15:18; 16:26; cf. 1 Ped. 1:22). Los hermanos en Roma se habían sometido al plan
de salvación del evangelio, es decir, a la forma de justificación contenida en
él, “Pero, gracias a Dios, vosotros, que erais esclavos del pecado, habéis
obedecido de corazón al modelo de doctrina al que fuisteis entregados, y,
liberados del pecado, os habéis hecho esclavos de la justicia” (Rom.
6:17,18; JER). Entonces, desobedecer el evangelio incluye la
rebeldía contra las demandas más básicas del evangelio, por ejemplo, la fe, el
arrepentimiento y el bautismo (cf. Heb. 6:1,2), como la rebeldía contra las otras
demandas contenidas en él (cf. Jn. 8:31,32; Ef. 4:15).
Obedecer la totalidad del evangelio
Pablo no planificaba anunciar solamente el plan
de salvación a los cristianos en Roma cuando les dijo, “Así que, en cuanto a
mí, pronto estoy a anunciaros el evangelio también a vosotros que estáis en
Roma” (Rom. 1:15). El justo por la fe en el evangelio vivirá (Rom. 1:15-17),
así es como “por fe andamos, no por vista” (2 Cor. 5:17). Los “siervos
de la justicia” deben perseverar obedeciendo (cf. Rom. 6:18). En 2 Tesalonicenses 1:8, y en 2 Pedro 4:17, los
apóstoles indicaron un rechazo más amplio que la sola rebeldía contra la manera
de Dios para justificar al pecador. En estos textos se habla de la desobediencia
al cuerpo del evangelio en sí, a la verdad que liberta (Jn. 8:31,32) y
santifica (Jn. 17:17), es decir, a “la verdad del evangelio” (Gal. 2:5) a
“todo el consejo de Dios” (Hech. 20:27).
Conclusión
Todos los actos y procesos de obediencia al
Señor son “obediencia a su evangelio” (cf. Heb. 5:9; Col. 3:17,23). Por lo
tanto, la obediencia a un segmento del evangelio, en este caso, el plan de salvación
del evangelio, siempre es “obediencia al evangelio de Cristo”. El Nuevo Testamento enfatiza la necesidad de
“obedecer al evangelio”, y todos deben hacerlo, ya sea el pecador del mundo,
como el hijo de Dios. La obediencia al evangelio incluye “el
bautismo” (1 Ped. 3:21), un acto de obediencia que consuma un proceso que
el creyente ha seguido (una parte por el todo), según lo cual se afirma “él fue
bautizado en Cristo” (cf. Gal. 3:27).