Se ve bien pero no funciona



Por Josué I. Hernández

 
En el mercado de antigüedades fácilmente podemos encontrar cosas que lucen muy bien, pero que no funcionan. Es difícil hallar una antigüedad que una vez restaurada funcione como antaño. Me temo que no pocas personas encajan en esta descripción, “se ve bien, pero no funciona”. Hacen muchas cosas que lucen bien, pero están fallando en lo único realmente importante: Agradar a Dios (cf. 2 Cor. 5:9; Col. 1:10).
 
Un hombre puede lucir bien con su trabajo, recibiendo la retribución monetaria debida a su esfuerzo mientras varios otros se benefician de su labor. Puede lucir bien con su familia, lucir bien con sus vecinos, e incluso, puede lucir bien con sus muchas cualidades encomiables. Podría lucir bien en eso y en mucho más, y ser un fracaso.
 
Nuestro propósito es servir a Dios, agradándole en todo, y por lo tanto, glorificarlo (cf. Rom. 11:36; Apoc. 14:7). La única manera en que podemos estar bien con Dios es a través de Jesucristo (Hech. 4:12). Debemos ser verdaderos cristianos, discípulos legítimos de Jesús (Jn. 8:31,32). Debemos vivir de esa manera, y morir de esa manera. Si no lo hacemos, fracasamos.
 
En fin, no importa lo bien que luce nuestra vida si no funciona para con Dios. Jesús dijo, “Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” (Mat. 16:26).
 
Alguno podría comprar un artículo que luce bien aunque no funcione. Podría tenerlo de exhibición en algún rincón de su casa. Tal vez, podría arreglarlo, si tiene las piezas faltantes y la habilidad suficiente. En semejante caso, no solo lucirá bien, además de ello, funcionará.
 
En el día final no seremos juzgados por cómo lucía nuestra vida. La cuestión determinante es si funcionó como debería. Entonces, ¿funcionamos o solo lucimos bien?