El apóstol Pablo escribió por el Espíritu, “Porque
por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don
de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya,
creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano
para que anduviésemos en ellas” (Ef. 2:8,9). No son pocos los que afirman que, “debido a que
la salvación no es por obras, el bautismo estaría excluido del plan de
redención, porque el bautismo es una obra”.
¿Cómo responderemos a esta doctrina?
En primer lugar, el bautismo es un mandato divino
(Hech. 10:48) dado por el Señor (Mar. 16:16) hasta el fin de los tiempos (Mat.
28:19,20). Los que clasifican el “un bautismo” (Ef. 4:5) como una obra de
mérito tuercen las Escrituras (2 Ped. 3:16). En segundo lugar, si el bautismo es una obra de
mérito innecesaria para la salvación, ¿por qué Pedro dijo que el bautismo en
Cristo es esencial para el perdón de los pecados (Hech. 2:38,41)? Al contrario
de lo que se afirman muchas denominaciones, el Nuevo Testamento enseña que el
bautismo es una condición imprescindible para que los pecados sean lavados en
la sangre de Cristo (cf. Hech. 22:16; Apoc. 1:5), para que seamos revestidos de
él (Gal. 3:27) y resucitemos con él (Col. 2:12) para vida nueva (Rom. 6:4). En tercer lugar, el Nuevo Testamento niega
claramente que el bautismo sea una obra de mérito humano. Cuando Pablo declaró
que no somos salvos por obras, él se refería a las obras aparte del evangelio, a
las “obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho”. Por el contrario, Pablo
dijo que somos salvos “por su misericordia”, porque no merecemos la salvación,
la cual es un don de Dios. Sin embargo, para que este don sea recibido, Dios
emplea “el lavamiento de la regeneración” para que obtengamos la salvación (Tito
3:5). Este lavamiento es de “regeneración” porque en él llegamos a nacer de
nuevo y ser nuevas criaturas (Jn. 3:3,5; 2 Cor. 5:17; Rom. 6:4). La fe es una “obra”, pero no una obra de mérito
(Jn. 6:28,29). Obedecer al evangelio (cf. Rom. 1:5; 6:17; 10:16; 15:18; 16:26)
es el requisito por el cual Dios nos concede la abundancia de la gracia y el
don de la justicia (Rom. 5:17). Las obras de mérito humano y el bautismo que
Cristo mandó no están en la misma categoría. Cuando uno resucita en el bautismo
es “operación de Dios” (Col. 2:12) no del hombre.