El bautismo de infantes no es bíblico

 

Por Josué I. Hernández

 
“En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo; sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos” (Col. 2:11,12).

 
A pesar de la claridad con la cual Cristo mandó el “bautismo” (gr. “baptizo”, “sumergir”) para los que oyen y creen su evangelio (cf. Mar. 16:15,16), y la claridad con la cual predicaron sus apóstoles (cf. Hech. 2:38,41; Gal. 3:26,27), esta doctrina bíblica ha sido malinterpretada de muchas maneras a través de los siglos. Un caso evidente es la falsa doctrina del bautismo de bebés y niños pequeños.
 
Se argumenta que la circuncisión tipifica el bautismo, entonces el bautismo también es para los bebés, y suele utilizarse Colosenses 2:11,12 como texto de prueba. Además, si el hombre nace pecador, por la depravación total hereditaria, y si el bautismo es para remisión de pecados (Hech. 2:38), entonces lógicamente el infante, un pecador, debe bautizarse.
  
¿Cómo responderemos a esta doctrina?
 
En primer lugar, si la circuncisión tipifica el bautismo, entonces sólo los varones deberían recibir el bautismo, porque solo los varones eran circuncidados.
 
En segundo lugar, la única analogía entre la circuncisión y el bautismo, según Colosenses 2:11,12, es que en ambos casos está implicado el “despojarse de la carne”. La circuncisión corta carne literalmente, pero, en el bautismo, el creyente decide separarse de la carne, muriendo a ella. No hay otras conexiones entre la circuncisión y el bautismo.
 
En tercer lugar, puesto que el bautismo es “para perdón de los pecados” del creyente arrepentido (Hech. 2:38) quien ha oído el evangelio de Cristo y lo cree de todo corazón (Mar. 16:15,16; Hech. 8:37,38), el bautismo que Cristo mandó no es apropiado para los bebés y niños pequeños, porque ellos no tienen pecado (Mat. 18:3; 1 Cor. 14:20) ni saben lo bueno y lo malo (cf. Deut. 1:39; Gen. 8:21). El pecado no se hereda (cf. Ez. 18:20). El pecado es algo que hacemos personalmente, o dejamos de hacer (cf. 1 Jn. 3:4; Sant. 4:17).
 
El rito del bautismo infantil es desconocido en el Nuevo Testamento, el Señor Jesucristo no lo demanda, y, por lo tanto, no es bíblico.