Hechos sobre la guarda del sábado



Por Josué I. Hernández

 
El Antiguo Testamento habla a menudo del “sábado”, palabra que en el original hebreo significa “cesar o descansar”, de ahí “reposar”. “Este vocablo se encuentra unas 200 veces en todo el Antiguo Testamento” (Vine).
 
El sábado era el séptimo día de la semana. “Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas” (Ex. 20:9,10). Ese día fue escogido porque en él Dios descansó de su creación (cf. Ex. 20:11; Gen. 2:3). Es importante reconocer que ningún pasaje de la Biblia se refiere al domingo como el reposo de los cristianos, o el sábado cristiano.
 
En el calendario del Israel del Antiguo Pacto había un año sabático, que sucedía cada séptimo año, en el que no se permitía sembrar ni cosechar (Lev. 25:1-7). Era el “descanso” de la tierra. Y cada cuarenta y nueve años había otro año sabático, el año del jubileo, un año de libertad y liberación (Lev. 25:8-13), un año de liberación de las deudas (Lev. 25:23-38) y todo tipo de servidumbre (Lev. 25:39-55).
 
La primera guarda del sábado sucedió cuando Israel salió de Egipto, precisamente cuando Dios comenzó a alimentarlos con maná (Ex. 16:22-30). Las instrucciones divinas en este párrafo indican que la guarda del sábado era desconocida por Israel, lo cual corresponde a la declaración de Nehemías de que Dios dio a Israel el sábado en el monte Sinaí (Neh. 9:13,14). Debemos reconocer, por lo tanto, que no hay evidencia bíblica de que la guarda del sábado fuese requerida antes de este tiempo.
 
El sábado era un memorial de la liberación de Israel por el poder de Dios. “Acuérdate que fuiste siervo en tierra de Egipto, y que Jehová tu Dios te sacó de allá con mano fuerte y brazo extendido; por lo cual Jehová tu Dios te ha mandado que guardes el día de reposo” (Deut. 5:15). También, la guarda del sábado fue una señal del pacto de Dios con Israel (Ex. 31:12-17). Es importante reconocer que ningún pasaje de la Biblia indica que Dios hubiese dado tal señal a otras naciones.
 
Se guardaba el sábado al cesar de trabajar. “Seis días trabajarás, mas en el séptimo día descansarás; aun en la arada y en la siega, descansarás” (Ex. 34:21). Jesús enseñó que la ley del sábado no excluye las actividades humanitarias o los servicios médicos (cf. Luc. 13:15,16; Jn. 7:23,24). Sin embargo, nadie quedó eximido de la ley del sábado, y los comerciantes tendrían que cerrar su negocios. Lamentablemente, Israel no aprecio este requisito (cf. Jer. 17:19-23; Am. 8:4-6; Neh. 13:15-18).
 
La guarda del sábado es parte de lo que Cristo quitó, “anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz. Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo, todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo” (Col. 2:14-17; cf. Ef. 2:15). Los cristianos no están obligados a guardar el sábado, como tampoco deben guardar los demás días del calendario del Israel del Antiguo Testamento. Somos amonestados por Dios para no hacer tales cosas (Gal. 5:1-4).
 
La muerte era el castigo para quienes no guardaran el sábado. “Así que guardaréis el día de reposo, porque santo es a vosotros; el que lo profanare, de cierto morirá; porque cualquiera que hiciere obra alguna en él, aquella persona será cortada de en medio de su pueblo. Seis días se trabajará, mas el día séptimo es día de reposo consagrado a Jehová; cualquiera que trabaje en el día de reposo, ciertamente morirá” (Ex. 31:14,15). Los que promueven la guarda del sábado, no solo ignoran los puntos indicados arriba, también son inconsecuentes cuando indican que la pena por no guardar el sábado ha sido abolida.
 
Debemos contentarnos con dejar el sábado donde Dios lo ubicó, como un elemento de su antiguo pacto con Israel, un pacto que ha sido reemplazado por el evangelio.