Dejando la solución a Dios



Por Josué I. Hernández


El apóstol Pablo señaló que los cristianos no sabemos pedir como conviene y que el Espíritu Santo nos ayuda en esta debilidad (Rom. 8:26) intercediendo por nosotros (Rom. 8:27). Sería un error, por lo tanto, que los cristianos le digamos a Dios lo que él debe hacer o que insistamos en lo que nosotros queremos. En lugar de aquello, debemos estar dispuestos, por sobre todas las cosas, a que se haga la voluntad de Dios en nuestras vidas (cf. Mat. 6:10; 26:39,42). Veamos un ejemplo de cómo orar dejando la solución en manos de Dios.

Cuando el apóstol Pedro sanó a un hombre cojo en el templo, una gran lección fue predicada (Hech. 3:1-26). Entonces, los guardias del templo arrestaron a Pedro y a Juan. Luego de una noche en la cárcel, ellos enfrentaron al tribunal de los judíos. Sin embargo, llenos del Espíritu Santo, los acusados se convirtieron en los fiscales (Hech. 4:1-10). Pedro acusó al tribunal de haber crucificado a Jesús, rechazando de esta manera la piedra angular del edificio de Dios. No obstante, el plan de Dios no fue frustrado porque Jesús es el único medio de salvación (Hech. 4:11,12). 

Los jueces quedaron desconcertados, maravillados del denuedo de Pedro y Juan (Hech. 4:13), y viendo al cojo que había sido sanado, en pie junto a los apóstoles, no podían contradecir la predicación de Pedro y Juan (Hech. 4:14). Entonces, luego de amenazar a los apóstoles los liberaron, insistiendo en que no siguieran predicando a Jesús (Hech. 4:15-18). Pedro y Juan abandonaron el tribunal indicando que no podrían dejar de testificar lo que habían visto y oído, porque es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres (Hech. 4:19-22).

Cuando Pedro y Juan se reunieron con los suyos, y oraron acerca de esta situación (Hech. 4:24-31). Esta oración es un excelente ejemplo de cómo los cristianos afligidos deben orar. Los apóstoles no exigieron algún tipo de solución, ni siquiera precisaron cómo querían que resultaran las cosas. Sencillamente pidieron la fuerza para seguir adelante en medio de la prueba dejando la solución en manos de Dios, “Y ahora, Señor, considera sus amenazas, y permite que tus siervos hablen tu palabra con toda confianza” (Hech. 4:29, LBLA). 

Conclusión

Dios sabe específicamente lo que es mejor para nosotros (cf. Mat. 6:8; 7:11; Heb. 13:6). Él está interesado en nuestro bienestar (1 Ped. 5:7). Él no necesita nuestros consejos o exigencias. Debemos aprender a depender de él, y pedir que nos conceda la fuerza para seguir adelante (cf. Ef. 3:16-19; Fil. 4:13). 

Al concluir la oración, debemos abandonar su trono confiados en que él hará lo que sea mejor para nosotros. “Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestras mentes en Cristo Jesús” (Fil. 4:7, LBLA).