Por Josué I. Hernández
Hay una característica que todos los necios comparten, ellos se burlan del pecado, “Los insensatos se burlan del pecado; pero con los rectos está la complacencia del Señor” (Prov. 14:9, VM). Sin embargo, el pecado no es un chiste.
El pecado es una transgresión de la norma de conducta establecida por Dios (1 Jn. 3:4), haciendo lo que él prohíbe o dejando de hacer lo que él requiere. Semejante delito no es una broma. El pecado no es un asunto para reírse.
El pecado nos separa de Dios (Is. 59:1,2), y su paga es la muerte eterna (Rom. 6:23). El pecado es un asunto tan grave, que un solo pecado nos condena (Sant. 2:10). Si el pecado no es perdonado, el pecador vive bajo la ira de Dios (cf. Jn. 3:36; 1 Ped. 3:12) y será castigado eternamente (cf. Rom. 2:8,9). El pecado es un problema universal (Rom. 3:23).
El pecado siempre produce consecuencias (cf. Num. 32:23; Gal. 6:7). La culpa, el miedo, las relaciones destruidas, el castigo civil, las pérdidas financieras, las enfermedades, e incluso, la muerte, son algunas de las consecuencias del pecado en sus diversas formas. Sin embargo, la gente sigue pecando porque el pecado es engañoso e insensibiliza el corazón (cf. Heb. 3:13). Muchos padecen por el pecado a la vez que están ciegos ante la fuente de sus muchos problemas.
Solo un necio tomaría como una diversión aquello que destruye su existencia y lo reduce a la miseria. No obstante, tomar el pecado como un chiste es demasiado común. Veamos algunos ejemplos.
Bromear sobre el pecado. La embriaguez, el consumo de diversas drogas, la fornicación, y el divorcio, son temas utilizados por los comediantes, especialmente cuando ocurren en la vida de personas prominentes. Las blasfemias suelen ser parte de los espectáculos. Sin embargo, las bromas groseras en sí mismas son pecado (Ef. 5:4).
Minimizar el pecado. La gente tiende a categorizar los pecados como grandes y pequeños. Luego, los grandes pecados de ayer se están enumerando como pequeños hoy en día. Si bien es cierto que no todos los pecados son iguales, todos los pecados condenan. Por lo tanto, no existe tal cosa como un “pecado pequeño”. El hecho de que “todos lo hacen” no reduce el peso de las propias transgresiones.
Tolerar el pecado. Una sociedad que se burla del pecado es una sociedad que tolera el pecado, como la antigua Judá, que no sabían avergonzarse del pecado (Jer. 6:15). Algunas iglesias toleran el pecado, y se enorgullecen de ello en lugar de lamentarlo, como los corintios quienes toleraban en plena comunión a un fornicario (1 Cor. 5:1-11).
La visión de Dios acerca del pecado se contempla en el precio que él exigió para remediarlo, la sangre de Cristo Jesús (Rom. 3:24-26). Cuando rechazamos su oferta de salvación, cuando sustituimos el arrepentimiento por reconocimientos sin valor, o cuando justificamos la desobediencia continua, cometemos el error fatal de mirar al pecado como si fuera un chiste.