Por Josué I. Hernández
Si el calvinismo es cierto, Satanás no necesita influenciar al ser humano, porque el hombre está totalmente depravado e indispuesto a todo lo bueno, totalmente contaminado en sus facultades y partes del alma y del cuerpo, totalmente incapacitado para entender y obedecer a Dios, totalmente inclinado al mal. Esta sería la condición del hombre según el calvinismo. Por lo tanto, el diablo puede dormir plácidamente hasta que suene la final trompeta. Sin embargo, la Biblia enseña otra cosa.
Según la revelación de Dios en su palabra, la Biblia, el diablo se esfuerza por motivar al mal (cf. Luc. 8:12; Jn. 8:44; Hech. 5:3; Apoc. 12:9).
Pablo escribió, “Pero temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo” (2 Cor. 11:3).
¿Qué hizo Satanás para engañar a Eva? La Biblia nos enseña que Satanás usó incentivos, motivaciones, seducciones (Gen. 3:1-6).
- “¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?”. Esto despierta dudas, sospechas, como diciendo, “realmente Dios no dijo que no comáis, ¿verdad?... ¿No pueden disfrutar de los deleites de este lugar?”
- “No moriréis”. Una mentira que niega el castigo, y que promete además de la gratificación, la exaltación, “serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal”.
- “Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella”. Aquí tenemos la tripleta del mundo: “los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida” (1 Jn. 2:16).
De esta misma manera opera Satanás: “la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia” (2 Ped. 1:4). “cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte” (Sant. 1:14,15).
El corazón humano se corrompe, no por herencia, sino por los deseos distorsionados y consumados. El diablo es “padre de mentira” (Jn. 8:44), es decir, engaña con fraude y disfraz (cf. 2 Cor. 11:13-15), con asechanzas y maquinaciones (Ef. 6:11; 2 Cor. 2:11). Satanás se esfuerza por sembrar la duda, atraer con carnadas, estimular la curiosidad por lo prohibido, para luego capturar a sus víctimas (cf. 2 Tim. 2:26; Jn. 8:34). Así es como Satanás influyó en Eva, y así es como quiere influir en nosotros.
¿Es el evangelio suficientemente poderoso?
El evangelio “es poder de Dios para salvación” (Rom. 1:16), y es suficiente en sí mismo para librar del poder de las tinieblas (cf. Ef. 1:13; Col. 1:13,14). Sin embargo, el calvinista no está de acuerdo con esta afirmación bíblica. En la cosmovisión calvinista el evangelio es insuficiente. ¿Por qué?
- ¿Por qué Dios no quiso crear un evangelio lo suficientemente poderoso? Si es así, la culpa sería de Dios, no del pecador. ¿Por qué Dios elegiría darnos un evangelio débil? Esto choca con el amor, la bondad y la misericordia de Dios.
- ¿Por qué Dios no pudo hacer un evangelio lo suficientemente poderoso? Si es así, nuevamente, la culpa sería de Dios. Sin embargo, nada es imposible para Dios (cf. Gen. 18:14; Luc. 1:37), y Dios es capaz de crear un evangelio suficiente.
Según el calvinismo el ser humano es un cadáver espiritual, incapaz de recibir instrucciones divinas e impotente para actuar en obediencia. No podrá vivir y obedecer sin la gracia habilitadora que directamente le impartirá vida y capacidad para obedecer. Según el calvinismo el hombre es totalmente pasivo para su salvación, y sin la gracia irresistible será incapaz de oír, creer y obedecer al evangelio.
Debido a esto, el calvinista afirma que predicar el evangelio a un pecador muerto es como hablar sobre la vida a un cadáver: “Para que el muerto entienda y obedezca debe primeramente obtener la vida”, nos dicen. No obstante, esta no es una fiel representación de los hechos. En el cadáver no hay espíritu que entienda (cf. Sant. 2:26).
Adán, en el Edén, en plena comunión con Dios, estaba “muerto al pecado” (Rom. 6:2,11). Sin embargo, la palabra del diablo pudo ingresar a su corazón. Si la palabra del diablo pudo penetrar en el corazón de un hombre “muerto al pecado”, seguramente, la palabra de Dios podrá penetrar en el corazón de los “muertos en pecados” (cf. Ef. 2:1; Col. 2:13). Si no, ¿por qué no? ¿Es más poderosa la palabra del diablo que la palabra de Dios?
¿Puede entender a Dios un hombre muerto? “No”, dice el calvinista. Sin embargo, Jesús dijo: “De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán” (Jn. 5:25; cf. Ef. 5:14). La palabra de Cristo nos enseña que los muertos en pecado pueden oír a Cristo, y luego, no antes, vivir (cf. Rom. 6:16-18). El Señor Jesucristo puso el oír antes de la vida. El calvinismo contradice al Señor.
¿Una obra directa del Espíritu Santo?
La obra directa del Espíritu Santo nunca ha transformado a un “muerto en pecado” en un “muerto al pecado”. Balaam profetizó por el Espíritu, pero eso no alteró sus caminos pecaminosos (cf. 2 Ped. 2:15; Num. 31:16). Saúl profetizó por el Espíritu, pero siempre quería matar a David (1 Sam. 19). Los corintios disfrutaban de todos los dones del Espíritu Santo, sin embargo, eran carnales (cf. 1 Cor. 1:7; 3:1-4). La santificación es lograda mediante la palabra de Dios (cf. Jn. 17:17), no por alguna obra directa de Dios en el corazón. Por esta razón, Pablo instruyó a los corintios que requerían perfeccionar su santidad (cf. 2 Cor. 7:1).
En el Nuevo Testamento vemos algunos casos de contacto directo por el Espíritu Santo; pero, ni una sola vez leemos de alguna obra directa del Espíritu Santo impartiendo vida espiritual. La gracia irresistible es una doctrina desconocida en las páginas del Nuevo Testamento.
En el día de Pentecostés de Hechos 2, el Espíritu descendió sobre los apóstoles. Es decir, descendió sobre los predicadores, no sobre el auditorio. No hubo operación directa del Espíritu Santo en el corazón de los pecadores aquel día. Si el calvinismo es cierto, este era el momento perfecto para demostrar el poder directo del Espíritu Santo en el corazón; pero, el Espíritu descendió sobre los apóstoles, no sobre los perdidos. Entonces, se instó a los pecadores a oír (Hech. 2:14,22,29), y luego, “Al oír esto, se compungieron de corazón” (Hech. 2:37). No hubo alguna obra directa del Espíritu Santo para convencer a los pecadores, más bien, el Espíritu habló a través de los predicadores (Hech. 2:4). De esta manera, el Espíritu convenció a la audiencia (Jn. 16:8) usando su espada (Ef. 6:17).
El etíope de Hechos 8 es otro caso que contradice al calvinismo. El ángel no habló al pecador, sino al predicador. El predicador fue enviado al pecador (Hech. 8:26). El Espíritu Santo habló directamente al predicador, no al pecador. El etíope no recibió alguna obra directa del Espíritu Santo en su corazón. Felipe anunció el evangelio usando las sagradas Escrituras (Hech. 8:35), y así, el etíope creyó de todo corazón (Hech. 8:37) y fue bautizado (Hech. 8:38).
Saulo de Tarso, en Hechos 9, es otro caso que contradice al calvinismo. Cuando el Señor se apareció a Saulo, le ordenó: “Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer” (Hech. 9:6). No hay registro de algún poder habilitador para que Saulo entendiera la voz de Cristo. El Señor dirigió al pecador hacia el lugar donde se encontraría con el predicador, y así también, el predicador fue dirigido al pecador (Hech. 9:6-18). Cuando Pablo admitió que pudo haber sido “rebelde a la visión” (Hech. 26:19), indicó que no fue atraído irresistiblemente, sino mediante la persuasión. No hubo alguna gracia irresistible en el corazón de Saulo para que este obedeciera a Jesucristo (cf. Hech. 22:16; Apoc. 1:5).
En Hechos 10 leemos el caso de conversión de Cornelio. La Biblia dice, “Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso” (Hech. 10:44). Es interesante notar que Pedro comenzó a predicar el evangelio antes de que esto sucediera. Ellos podían entender el evangelio. Luego, podemos contemplar que el Espíritu descendió, no para convencer a Cornelio, sino a Pedro y a los hermanos que le acompañaban (Hech. 10:47,48; 11:15-18; 15:7-11). A pesar de los argumentos del calvinismo, la Biblia enseña que Cornelio fue salvo por las palabras que pronunció Pedro, no por alguna operación directa del Espíritu Santo en su corazón (Hech. 11:14).
El corazón de Cornelio no fue purificado por las palabras del ángel (Hech. 10:3). Fue la palabra del evangelio la cual purificó su corazón, “por la fe” (Hech. 11:14; 15:7,9).
Jesucristo dijo, “Esta es, pues, la parábola: La semilla es la palabra de Dios. Y los de junto al camino son los que oyen, y luego viene el diablo y quita de su corazón la palabra, para que no crean y se salven” (Luc. 8:11,12). Con total claridad aprendemos que la palabra de Dios es sembrada en el corazón, y el diablo procura quitarla, ¿por qué? “para que no crean y se salven”. El Señor Jesucristo nos enseña que su palabra produce fe en el corazón, y así, esta fe logrará la salvación que el diablo procura frustrar. No hay alguna obra directa del Espíritu Santo en la doctrina de Cristo.
El orden divino para la salvación
El argumento de Pablo en Romanos 10:13-17 contradice al calvinismo. Simplemente, Pablo ignora totalmente alguna gracia irresistible para la salvación de los muertos en pecado.
La salvación está al final de la cadena. ¿Cuáles son los eslabones? En orden inverso, desde el último hasta el primero, tenemos al final de la cadena el “invocar el nombre del Señor” (Rom. 10:13), es decir, “obedecer al evangelio” (Rom. 10:16): “¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?” (Rom. 10:14). Leamos cuidadosamente, Pablo dijo: “¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?”. Aquí no mencionó alguna obra directa en el corazón de los pecadores para que oigan y entiendan la palabra de Cristo. En cambio, continuó afirmando, “¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!” (Rom. 10:14).
Pablo nunca declaró: “Así que la fe viene por la obra irresistible del Espíritu en el corazón del pecador, y el oír por el poder habilitador de la gracia irresistible”. Por el contrario, Pablo afirmó: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Rom. 10:17).
Conclusión
El Espíritu Santo convence al pecador (Jn. 16:8) por medio del evangelio (Rom. 1:16). Por este motivo, Pablo dijo, “agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación” (1 Cor. 1:21). Aunque al calvinista no le parezca, ni le agrade, esta es la verdad.
El Espíritu Santo guio a los apóstoles a toda la verdad (Jn. 14:26; 15:26,27; 16:13). Esta palabra dada a los apóstoles debía emplearse para hacer creyentes (Jn. 8:32; 17:17,20). Por esto el Señor Jesús los envió a todo el mundo para predicar el evangelio (Mat. 28:19; Mar. 16:15,16; Luc. 24:47).
Las cosas que escribieron los apóstoles son los mandamientos del Señor (1 Cor. 14:37). Cuando leemos lo que escribieron, estamos leyendo la palabra de Dios (1 Tes. 2:13; 2 Tes. 2:15). Por lo tanto, la palabra del Espíritu dada a través de los apóstoles es el agente o instrumento que el Espíritu usa para convencer al pecador. Por esta razón, leemos de pecadores que creyeron por la palabra (Hech. 4:4; 15:7), que fueron engendrados por medio del evangelio (1 Cor. 4:15), y que fueron renacidos y purificados por la palabra (Sant. 1:18; 1 Ped. 1:22,23).