¿Resurrecciones?



Por Josué I. Hernández


Uno de los componentes centrales del evangelio es la resurrección de entre los muertos (cf. 1 Cor. 15:3,4,21,22). Entre los primeros apóstatas estuvieron aquellos que negaban la resurrección (1 Cor. 15:12) mientras que otros decían que ya había ocurrido (2 Tim. 2:18). El premilenarismo también pervierte la doctrina de la resurrección.

¿Cuántas resurrecciones?

Jesucristo es “primicias de los que durmieron” (1 Cor. 15:20). En el Antiguo Testamento, Israel observaba la ofrenda de las primicias la cual consagraba la cosecha (cf. Lev. 23:9-14), convirtiéndose en una garantía de esta. Así es con Jesucristo, él es el primero que resucitó para nunca más morir (cf. Rom. 6:9). Su resurrección es, por lo tanto, la garantía de la nuestra.

El premilenarismo enseña que habrá resurrecciones (plural), negando una resurrección general (singular, única). En el premilenarismo, la primera resurrección será la de los cristianos, al comienzo de la tribulación; la segunda, la de los santos del Antiguo Testamento junto a los conversos que fueron martirizados durante la tribulación; y la tercera, al final del reinado de mil años cuando resucitarán los impíos.

Por el contrario, la Biblia identifica una sola resurrección en el día final, la resurrección general, de santos e impíos. El Señor Jesucristo dijo: “No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación” (Jn. 5:28,29). 

Considere cómo Jesús dijo que todos oirán su voz y resucitarán a la vez. Lo mismo afirmó el apóstol Pablo, “teniendo esperanza en Dios, la cual ellos también abrigan, de que ha de haber resurrección de los muertos, así de justos como de injustos” (Hech. 24:15). 

Jesucristo prometió resucitar a todos los que le pertenecen en “el día postrero” (Jn. 6:40,44,54). Debido a esto, Marta esperaba con ansias la resurrección de su hermano Lázaro “en el día postrero” (Jn. 11:24). En ese día, algo más sucederá. Jesucristo advirtió, “El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero” (Jn. 12:48). El juicio de los impíos sucederá en el último día, el mismo día de la resurrección del pueblo de Dios. La Biblia no habla de algún juicio mil años después.

El apóstol Pablo dijo que los impíos “sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder, cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron” (2 Tes. 1:9). El día en que Cristo sea glorificado en sus santos será el mismo día en que los malvados recibirán la eterna perdición. No hay mil años entre estos sucesos.

¿Es importante?

Si observamos con detención, hay algo fundamental en juego. Las múltiples resurrecciones del premilenarismo son necesarias para un reino utópico de mil años, antes del juicio final. Todo esto pasa por alto la naturaleza del reinado del Señor. Cristo reina ahora, no en el futuro (cf. Heb. 1:3; 8:1; Apoc. 1:9; 3:21). Su trono está en el cielo, no en la tierra (Hech. 2:33-36). Su reino no es de este mundo (Jn. 18:36). En su reino espiritual tenemos el perdón de los pecados (Col. 1:13,14). Si Jesucristo no estuviera reinando ahora, no tendríamos rey, ni sacerdote, ni perdón de pecados, ni esperanza (cf. Sal. 110:1-4; Heb. 5:10; 7:18-28).