Por Josué I. Hernández
En 1 Corintios 11 el apóstol Pablo enseñó sobre el velo que ciertas mujeres no debían dejar usar. En el presente artículo queremos considerar por qué Pablo entregó estas instrucciones, qué clase de cristiana debía usar este velo, dónde debían usarlo, y si deben las cristianas de hoy usar velo cuando varones dirigen una oración o predican.
¿Por qué?
En 1 Corintios 11 Pablo enseñó a los corintios sobre el orden de autoridad establecido por Dios, “Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo” (1 Cor. 11:3). El propósito de cubrirse o descubrirse la cabeza cuando alguno oraba o profetizaba era para mostrar su reconocimiento de la autoridad, o liderazgo.
Pablo no pronunció una enseñanza para todos los hombres y mujeres del mundo, ni para todos los cristianos del mundo, sino para el varón que oraba o profetizaba, y para la mujer que hacía lo mismo que aquel varón, es decir, que oraba o profetizaba. Es importante reconocer a los sujetos a quienes Pablo enfocó, “Todo varón que ora o profetiza con la cabeza cubierta, afrenta su cabeza. Pero toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta, afrenta su cabeza; porque lo mismo es que si se hubiese rapado” (v.4,5).
El varón que oraba o profetizaba debía hacerlo con la cabeza descubierta, “pues él es imagen y gloria de Dios” (v.7). A su vez, la mujer que oraba o profetizaba debía hacerlo con la cabeza cubierta, porque ella no ha dejado de ser “gloria del varón” (v.7) por estar orando o profetizando.
La cubierta, o velo, era un implemento cultural que funcionaba como una “señal de autoridad sobre su cabeza” (v.10), y permitía recordar que la mujer procede del varón y fue creada por causa del varón (v.8,9).
¿Quién?
La mujer que Pablo señala es aquella que podía hacer las mismas dos cosas que hacían algunos varones de Corinto, orar o profetizar. Pablo no trata de alguna cristiana que podía oír una profecía y oír una oración, sino una clase de cristiana que podía, bajo la influencia del Espíritu Santo, dirigir una oración o exponer una profecía. Por lo tanto, para mostrar subordinación, conforme al orden de autoridad establecido por Dios, esta cristiana debía usar una cubierta que ocultara su cabeza, es decir, un velo, cuando ejerciera su don.
En el primer siglo, hubo oración y profecía que fueron ejercidos bajo la influencia directa del Espíritu Santo por algunos cristianos selectos (cf. 1 Cor. 14:13-16). Los profetas fueron personas que hablaron bajo inspiración (cf. 1 Ped. 1:10,11; 2 Ped. 1:21; 1 Cor. 12:8-10; Hech. 21:9). Seguramente, las oraciones y profecías que podía dirigir la cristiana inspirada no la eximían de usar el velo.
¿Dónde?
Los verbos “orar” y “profetizar” tienen un contexto determinado, había varones presentes. Así como esta clase de varón podía orar o profetizar, la mujer del contexto también podría hacerlo. Entonces, debido a la presencia de varones, esta clase de cristiana debía usar un velo para ejercer su don.
El contexto de 1 Corintios 11:1-16 no corresponde a la reunión de la iglesia local. Las normas para el ejercicio de los dones de lenguas y profecía, cuando la iglesia se reunía, no mencionan a la profetiza (1 Cor. 14:1-40), “es indecoroso que una mujer hable en la congregación” (1 Cor. 14:35).
¿Qué?
En 1 Corintios 11:1-16, Pablo indica dos tipos de cubiertas para la mujer que podía orar o profetizar; primeramente, una cubierta artificial, que caía desde su cabeza, un velo; luego, una cubierta natural, gloria para ella, su cabello largo.
El velo no era un artículo religioso que Pablo llegó predicando a Corinto. El velo ya se usaba en aquella zona del mundo para indicar sujeción, y por ende, modestia. Una mujer piadosa no querría arremeter contra una costumbre que confirmaba un principio divino. Por lo tanto, ya que la cristiana que oraba o profetizaba no se quitaría su cabello quedando en vergüenza (1 Cor. 11:15), debería usar el velo para conservarlo (1 Cor. 11:6).
Esta clase de cristiana debía usar el velo para ejercer su don, y no podía sustituirlo por alguna otra cosa. Un pequeño pañuelo sobre la coronilla, que escasamente cubre la parte superior de la cabeza, no es un velo. La cubierta indicada por Pablo debía cubrir la cabeza, cayendo sobre los hombros.
Conclusión
Si encuentras una mujer que, por el Espíritu Santo puede orar o profetizar, habiendo recibido la imposición de las manos de un apóstol (cf. Hech. 8:18; 19:6), asegúrate de instruirla para que use un velo cada vez que ejerza su don.
Si encuentras una mujer que usa alguna cubierta sobre su cabeza, como si fuera un velo, y que la usa cuando otros oran, puedes enseñarle el contexto en el cual el velo fue requerido.