Expresando nuestra fe



Por Josué I. Hernández


Somos salvos por la fe (Ef. 2:8), sin ella es imposible agradar a Dios (Heb. 11:6). Pero, ¿qué es la fe salvadora? ¿Cómo se manifiesta? Santiago responde a estas preguntas en el capítulo 2 de su epístola. 

La fe salvadora es más que una simple creencia, es más que un asentimiento mental. La fe va más allá de lo que creemos o afirmemos. Incluso, los demonios creen la verdad acerca de Dios (Sant. 2:19,20). La fe debe ser expresada mediante acciones, y eso requiere más que declarar tener fe (Sant. 2:14-18). ¿Cuál es, entones, la verdadera expresión de la fe? Santiago responde señalando los casos de Abraham y Rahab (Sant. 2:20-26).

En primer lugar, la fe salvadora toma la palabra de Dios al pie de la letra. A pesar de que la palabra de Dios contradecía los hechos biológicos, y la experiencia general, Abraham creyó a Dios y tomó su palabra al pie de la letra (cf. Rom. 4:17-21).

En segundo lugar, la fe salvadora actúa. La fe hace lo que Dios manda (considere la frase “Por la fe” en Hebreos 11). Santiago dice que la fe de Abraham se perfeccionó, realizó, o completó, cuando obedeció al mandato de Dios de ofrecer a Isaac (Sant. 2:22). Ese acto cumplió la Escritura que decía que Abraham creyó a Dios. Nótese que Abraham no solo creyó en Dios, Abraham creyó a Dios (cf. Hech. 16:34). 

En tercer lugar, la fe salvadora actúa en función de lo que Dios ha dicho. Uno puede hacer algo que Dios ha mandado, pero no porque Dios lo haya dicho, sino porque su voluntad personal coincide con la de Dios. Por ejemplo, un ateo puede ser generoso con los pobres. Si lo que estamos haciendo coincide con lo que Dios ha mandado, eso no es una expresión de fe. Simplemente es la coincidencia de la voluntad propia con un aspecto de la voluntad de Dios.

En cuarto lugar, la fe salvadora actúa según la voluntad de Dios, incluso cuando ésta es difícil, e incluso, desagradable. ¿Existe un ejemplo mejor que el de Abraham? No nos engañemos, quien rechaza los mandamientos que le resultan desagradables tiene poca convicción acerca de la palabra de Dios, a pesar de todas sus declaraciones de fe. Quien rechaza los mandamientos que le parecen desagradables pretende tener más sabiduría que Dios.

Finalmente, la fe salvadora hace lo que Dios dice, independientemente de la mayoría. Rahab ilustra este punto. Todos en Jericó conocían el poder de Dios y lo temían (cf. Jos. 2:9-11). Sin embargo, Rahab fue la única que actuó con fe, “Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta” (Sant. 2:26).