¿No habéis leído?



Por Josué I. Hernández


Cuando algunos fariseos se acercaron a Jesucristo para ponerlo a prueba respecto a la causa del repudio, si era lícito por cualquier causa o no, el Señor les respondió con una pregunta: “¿No habéis leído…?” (Mat. 19:3,4). La respuesta del Señor Jesucristo invita a la reflexión. Consideremos esto juntos.

Las sagradas Escrituras deben ser estudiadas cuidadosamente. La respuesta del Señor indicó que los fariseos eran responsables de entender el sentido del pasaje que indicaba la respuesta a su pregunta. 

Somos responsables de buscar a Dios (cf. Hech. 17:27), de buscar en su palabra (cf. Jn. 5:39) y enriquecernos con ella (cf. Job 23:12; Sal. 19:10,11).
 
Debemos dejar espacio suficiente a la lectura de la Biblia en nuestras reuniones (cf. Hech. 20:7; 1 Tim. 4:13), sin dejar de esforzamos en el estudio bíblico cotidiano. Hay bendición para quienes estudian con diligencia las sagradas Escrituras (cf. Luc. 8:11,15; Hech. 17:11), la más grande bendición será conocer a Dios (cf. Jer. 9:23,24; Jn. 1:18; Col. 1:10; 1 Jn. 2:4).
 
El estudio bíblico cuidadoso se ajusta a la gramática, por ejemplo, considerando la conjugación de los verbos (ej. Mat. 22:32). Así también, el estudiante diligente prestará atención a los pronombres y sus antecedentes, las transliteraciones y los modismos, respetando el contexto, y distinguiendo las palabras conexivas. Y antes de aquello, procurará el entendimiento más preciso sobre el autor y los destinatarios, el propósito y el tema.  

Las sagradas Escrituras son auténticamente divinas. Jesucristo recomendó su estudio porque conocía su origen (cf. 2 Tim. 3:16). Pedro escribió, “entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 Ped. 1:20,21).  

El Señor Jesús nunca habló del Antiguo Testamento como un libro de mitos. Es interesante notar que dos de los relatos que frecuentemente son objeto de ataques, el relato de la creación y la historia de Jonás, fueron señalados por el Señor como hechos históricos (cf. Mat. 12:40; 19:4).

Las sagradas Escrituras pueden ser entendidas de la misma manera. La cuestión del repudio era un asunto de frecuente debate entre los judíos. La controversia estaba centrada en la “cosa indecente” mencionada en Deuteronomio 24:1. Un destacado maestro adoptó una postura conservadora, mientras que otro siguió una interpretación permisiva, es decir, liberal. Es posible que los fariseos trataran de que Jesucristo se alineara con una u otra de las posturas en disputa; pero, el Señor no lo hizo. Su pregunta fue, “¿No habéis leído…?”. 

La tendencia de ajustarse a la interpretación del predicador preferido no es un problema nuevo. No obstante, Dios reveló su voluntad y la preservó de manera escrita para que leamos y entendamos de la misma manera (2 Cor. 1:13; cf. Ef. 3:4).

Los programas de lectura bíblica tienden a enfatizar la cantidad leída, en lugar de enfatizar la comprensión de lo leído (cf. Ef. 5:17). Debemos procurar entender el mensaje de Dios (cf. Neh. 8:8; Hech. 8:30) en lugar de solamente leer la Biblia de tapa a tapa.  

Las sagradas Escrituras son prácticas. La pregunta de los fariseos fue, “¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa?” (Mat. 19:3), y Jesucristo respondió, “¿No habéis leído…?” (Mat. 19:4). Sencillamente, la Biblia es la revelación de la mente de Dios, y la única fuente a la que podemos acudir para saber qué hacer (cf. Mat. 28:20; Ef. 4:20,21). 
 
Las sagradas Escrituras son prácticas en todo aspecto de la vida; por ejemplo, para repeler la tentación (cf. Mat. 4:1-11), para recibir aliento (Rom. 15:4), para recibir amonestación (1 Cor. 10:11,12), y para estar equipados para la buena obra (2 Tim. 3:16,17).

Las sagradas Escrituras deben ser respetadas. Jesucristo respondió a la cuestión del divorcio citando Génesis 1:27 y 2:24. Luego añadió, “Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” (Mat. 19:6). En otras palabras, debemos reconocer lo que implica y exige la palabra de Dios (cf. Ef. 4:15). 

A pesar de los tecnicismos e interpretaciones acerca del divorcio, el énfasis debe ser puesto en el plan de Dios para el matrimonio. Sin duda alguna, aquí hay una valiosa lección para nosotros. Sencillamente, el modelo de Dios, tal como revelado y preservado en las Escrituras, debe ser respetado (cf. 2 Tim. 1:13). ¿De qué nos serviría saber la causa para repudiar sin pecar si a la vez no apreciamos el propósito de Dios para nuestro matrimonio?
 
Jesucristo no trató a la bendita Escritura como “pasada de moda”, a pesar de los miles de años de antigüedad y la presión social por una “reinterpretación conforme a los tiempos”. El Señor no consideró la violación del modelo de Dios como una infracción menor, ni determinó la verdad basándose en casos hipotéticos, ni pretendía ignorar la verdad cuando ésta exigía sobrellevar consecuencias por haberla transgredido. Sencillamente, el Señor Jesucristo preguntó, “¿No habéis leído…?”.

Conclusión

Cuando buscamos permiso divino, y preguntamos “¿Es lícito”, el Señor nos sigue respondiendo: “¿No habéis leído…?”. 

Dios nos ha hablado en su Hijo (Heb. 1:1,2), por lo tanto, al santo Hijo de Dios debemos oír (cf. Mat. 17:5) para hacer todas las cosas en su nombre (Col. 3:17).