Por Josué I. Hernández
Son varios los salmos que expresan las luchas de los fieles, por ejemplo, el salmo 73. En este salmo, Asaf expresó su agonía al ver la prosperidad de los malvados (v.3). Esto era particularmente problemático para él. Se esforzaba por vivir en rectitud, pero se sentía “azotado todo el día, y castigado todas las mañanas” (v.14).
Este dilema fue creciendo en la mente de Asaf, y admitió: “casi se deslizaron mis pies; por poco resbalaron mis pasos” (v.2). En un momento, Asaf llegó a decir: “Verdaderamente en vano he limpiado mi corazón, y lavado mis manos en inocencia” (v.13).
Asaf encontró la respuesta al acudir al santuario de Dios, lo cual en sí mismo es una lección vital: Cuando estés luchando contra las dudas no dejes de congregarte, acércate más a Dios y a tus hermanos. Allí, en el santuario, Asaf pudo entender el fin de los malos. Aunque los malos parecen estar disfrutando al máximo, no siempre será así (v.17-20). Por el contrario, los justos serán recibidos en gloria (v.24).
En medio de su lucha Asaf dijo, “Si dijera yo: Hablaré como ellos, he aquí, a la generación de tus hijos engañaría” (v.15). Aunque estaba perplejo al punto de la desesperación, Asaf no descuidó su influencia. No comentó sus dudas, ni se apresuró a expresar su desesperación. Asaf entendió que su comportamiento afectaría a otros que se esforzaban por agradar al Señor. Entendió que sus dudas serían levadura en el corazón de otros. Esto no solo incluía a su generación, sino también a las futuras generaciones, incluyendo a sus hijos y nietos. ¿Puede apreciar la prudencia de este sabio?
Cuando los predicadores se ocupan en expresar sus dudas, por ejemplo, sobre alguna cuestión difícil de resolver, están sembrando incertidumbre, están socavando la fe en lugar de fortalecerla. El sabio cuida lo que dice, y habla para el bien de los oyentes. El púlpito no es lugar para la incertidumbre, las dudas y las especulaciones.
Cuando hay problemas entre los hermanos, tengamos cuidado. Una reacción apresurada, no bien pensada, hará mucho daño, y sus consecuencias se extenderán como levadura. Quejarse sobre las cuestiones que afectan a otras congregaciones también es perjudicial. Por ejemplo, ¡tus hijos están escuchando cómo hablas de otros hermanos!
Asaf reaccionó con el suficiente sentido común al percatarse de que, aunque no captaba la respuesta a su pregunta esto no significaba que no la hubiese. Fue paciente y se mantuvo firme, y Dios en su gracia le ayudó a resolver el asunto.
Asaf ha pasado a la historia como uno que solidificó su fe y evitó ser tropiezo a los demás. Un hombre sabio en verdad.
“Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza” (Rom. 15:4).