La imparcialidad de Dios



Por Josué I. Hernández


Podemos encontrar con bastante facilidad a gente parcial, prejuiciosa e injusta. Sin embargo, Dios no es así, “Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia” (Hech. 10:34,35). Para Dios no existe el favoritismo. Dios no es injusto (Heb. 6:10). Dios es justo y recto (Deut. 32:4), y juzga con justicia (1 Ped. 2:23). 

Podemos observar una ilustración de la imparcialidad de Dios en 1 Corintios 10, donde Pablo indicó que a pesar de la igualdad de oportunidades dispensadas a los israelitas que salían de Egipto, no hubo igualdad de resultados:  
  • “Porque no quiero, hermanos, que ignoréis que nuestros padres todos estuvieron bajo la nube, y todos pasaron el mar” (1 Cor. 10:1).
  • “y todos en Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar” (v.2).
  • “y todos comieron el mismo alimento espiritual” (v.3).
  • “y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo” (v.4).
  • “Pero de los más de ellos no se agradó Dios; por lo cual quedaron postrados en el desierto” (v.5). 

Todos ellos tenían las mismas oportunidades, sin embargo, no todos alcanzaron el mismo resultado. De una mayoría de ellos no se agradó Dios. ¿Por qué? ¿Dios fue parcial a favor de algunos? De ninguna manera, la explicación es la siguiente: “Mas estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros, para que no codiciemos cosas malas, como ellos codiciaron. Ni seáis idólatras… Ni forniquemos… Ni tentemos al Señor… Ni murmuréis…” (1 Cor. 10:6-10). 

El resultado no fue el mismo para todos porque, aunque Dios proporcionó a todos las mismas oportunidades, los resultados dependían de ellos, “no les aprovechó el oír la palabra, por no ir acompañada de fe en los que la oyeron” (Heb. 4:2). Todos los que escogieron el pecado sufrieron las consecuencias: “¿Y a quiénes juró que no entrarían en su reposo, sino a aquellos que desobedecieron? Y vemos que no pudieron entrar a causa de incredulidad” (Heb. 3:18,19). 

La Biblia dice que “la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres” (Tito 2:11). He aquí la igualdad de oportunidades. Cristo murió por todos (Jn. 3:16; 2 Cor. 5:15; 1 Tim. 2:6; 1 Jn. 2:2) y el evangelio debe ser predicado a todos (Mar. 16:15; Rom. 10:16-18). Porque Dios “quiere que todos los hombres sean salvos” (1 Tim. 2:4). Por lo tanto, la gracia salvadora se ha manifestado a todos, y se ha manifestado en forma de instrucciones, “enseñándonos” (Tito 2:12). Estas instrucciones todos las pueden entender y obedecer en el “evangelio de la gracia de Dios” (Hech. 20:24). 

Mientras que Dios garantiza la “igualdad de oportunidades” mediante su gracia accesible a todos, esto no garantiza la “igualdad de resultados”. Nadie puede garantizar tal cosa. Dios no lo hace. ¿Una vez salvo siempre salvo? Por el contrario, el Señor afirmó que el resultado depende de las decisiones y acciones de cada cual, “porque no hay acepción de personas para con Dios” (Rom. 2:11).