Lo que dijo el rey



Por Josué I. Hernández


El premilenarismo afirma que Jesús regresará algún día, que habrá una gran tribulación y una terrible guerra, llamada Armagedón, y que desde Jerusalén el Señor reinará por mil años en la tierra transformándola en un paraíso utópico.
 
Estas elaboradas predicciones son el producto de una imaginación desbordada, sazonada con algunos pasajes bíblicos descontextualizados. Se podría evitar fácilmente tantas conclusiones falsas, y la confusión resultante, con solo prestar atención cuidadosa a lo que dijo Jesucristo, el rey, cuando enseñó acerca de su reino. A fin de cuentas, ¿quién conoce mejor el tema que él?

La naturaleza del reino

Jesús dijo, “Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí” (Jn. 18:36). ¿Suena esto como si se iniciara mediante una gran guerra con santos que pelean a favor de Cristo?

Jesús también dijo, “El reino de Dios no vendrá con advertencia, ni dirán: Helo aquí, o helo allí” (Luc. 17:20,21). ¿Por qué tantos predicadores errados insisten en lo que llaman “señales de los últimos tiempos”?

Jesús comparó su reino con un grano de mostaza, con un comienzo humilde, que pasaría desapercibido, pero que sería más grande de lo que alguno hubiese imaginado (Mat. 13:31,32). ¿Cómo es posible que algunos afirmen que el reino comenzará luego de una guerra por la conquista del mundo? 

A los judíos que le rechazaban Jesús les dijo, “Por tanto os digo, que el reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que produzca los frutos de él” (Mat. 21:43). Sin embargo, contradiciendo esta declaración, los premilenaristas sostienen que Israel como nación sigue siendo central para los planes del reino de Dios. 

El tiempo del reino

Jesús predicó desde el principio de su ministerio que el reino estaba cerca, es decir, que su establecimiento era inminente, “El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio” (Mar. 1:15; cf. Mat. 4:17). Al final de su ministerio, cuando el rechazo de los judíos era evidente, el mensaje seguía siendo el mismo (Luc. 10:10,11).

La declaración de Jesús en Marcos 9:1 es inequívoca, “De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que hayan visto el reino de Dios venido con poder”. Si el reino todavía está en el futuro, ¿dónde están aquellas personas con 2.000 años que viven esperando el reino? 

El contexto del reino

Las parábolas de Jesús abordan algún aspecto del reino de los cielos, ya sea su naturaleza, el carácter del rey, o el carácter de los ciudadanos de este reino. Luego, varias parábolas indican el contexto en el cual este reino existiría.

La parábola del trigo y la cizaña indica que en el mundo conviven tanto “los hijos del reino” como también “los hijos del malo”, y que la separación no se produce sino hasta el día final (Mat. 13:24-30; 13:36-43). No hay indicio de algún paraíso utópico, de alguna tierra renovada, en este escenario.

En la parábola de las minas, Jesús se comparó a sí mismo con un noble que viajó a un país lejano para recibir un reino y volver (Luc. 19:11-27). Jesús también dijo que ya está sentado en su trono (Apoc. 3:21) en el cielo, a la diestra de Dios, no en Jerusalén ni en alguna otra capital terrenal (cf. Hech. 2:34-36).

Los requisitos para entrar en el reino

¿Cómo alguno podría llegar a ser ciudadano del reino de Jesucristo? Él mismo lo dijo, “arrepentíos, y creed en el evangelio (Mar. 1:15). Ese cambio de carácter se refleja en “El sermón del monte”, sermón en el cual aprendemos vívidamente la actitud y conducta de los ciudadanos del reino de los cielos.

Jesús dijo a Nicodemo, “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” (Jn. 3:5). El nuevo nacimiento requiere también el bautismo (cf. Hech. 2:38; 22:16; Rom. 6:4). Todo esto apunta a la naturaleza espiritual del reino de Jesucristo.

Conclusión

Las nociones populares respecto al reinado de Jesucristo están completamente equivocadas. No tiene sentido ignorar las declaraciones básicas del propio rey para ir tras las fantasías de hombres apartados de la verdad. No interprete la profecía del Antiguo Testamento de manera que contradiga las enseñanzas de Jesucristo.