Por Josué I. Hernández
El denominacionalismo existe porque iglesias locales se organizaron corporativamente. Este es el rasgo distintivo de una denominación, un conjunto de iglesias organizadas para llevar adelante una obra colectiva. Luego, el nombre que tenga, y el reglamento interno que la distinga, será una consecuencia de la organización corporativa.
Las iglesias que componen una denominación carecen de la autonomía distintiva de las iglesias del Nuevo Testamento, no tienen la capacidad de velar por sus propios asuntos; sencillamente, están sujetas en comunión orgánica, es decir, en el compañerismo corporativo que las integra a una estructura más grande, una corporación religiosa. Sin embargo, la agrupación denominacional es desconocida en el Nuevo Testamento, y su fin es la ruina. Cristo dijo: “Toda planta que no plantó mi Padre celestial, será desarraigada” (Mat. 15:13).
Comúnmente, los defensores de las corporaciones religiosas suelen citar pasajes que tratan de la comunión de individuos para aplicarlos a la comunión entre iglesias. Sin embargo, el Nuevo Testamento desconoce alguna comunión orgánica de las iglesias de Cristo.
Es necesario estudiar cuidadosamente aquello que el Nuevo Testamento llama “comunión”, y observar con diligencia cuándo y cómo se aplica esta “comunión”.
La iglesia universal
La iglesia en el sentido universal no está compuesta de las iglesias locales, sino de todos los individuos salvos. Es el reino de Cristo, la viña del Señor. La iglesia en este sentido no tiene organización, o alguna obra colectiva que realizar. Sencillamente, la iglesia universal es el cuerpo de todos los salvos, o grupo de almas redimidas, unidos por una relación espiritual y sujetos a Cristo (ej. Mat. 16:18; Hech. 2:42; Ef. 1:22; 5:25).
Todos los esfuerzos por activar a la iglesia universal, por ejemplo, relacionando iglesias locales para llevar una obra a nivel de hermandad, son esfuerzos de la sabiduría humana, totalmente desconocidos en el Nuevo Testamento.
En el Nuevo Testamento observamos comunión (participación, asociación) entre los miembros del cuerpo de Cristo, pero no observamos la misma comunión entre las iglesias de Cristo. Las iglesias de Cristo no participan del cuerpo de Cristo, porque el cuerpo de Cristo, es decir, la iglesia universal, no está compuesto de iglesias locales, sino de cristianos individuales.
La iglesia local
La iglesia local es una institución compuesta por los santos de una localidad determinada quienes están adheridos como cuerpo (cf. Hech. 9:26; 1 Cor. 12:27), y organizados en un acuerdo sagrado para hacer la obra que el Señor les ha encargado (cf. Hech. 2:42; 1 Tim. 3:15).
Del Nuevo Testamento aprendemos que no hay alguna organización más grande, o más pequeña, que la iglesia local (ej. Hech. 13:1; 15:4; Rom. 16:16; 1 Cor. 1:2). Por lo tanto, los lazos de comunión entre iglesias locales son acciones sin autorización bíblica.
Cada iglesia debe obedecer a Cristo usando su autonomía para ello, pero no le obedece relacionándose con otras iglesias en alguna obediencia corporativa.
Conclusión
La iglesia universal es el conjunto de los salvos, los ciudadanos del reino de los cielos, un conjunto que no está organizado para hacer alguna obra. En cambio la iglesia local es una organización espiritual, con una misión bien definida.
Cada iglesia local debe actuar como si fuese la única en el mundo, en plena autonomía, obedeciendo siempre a Cristo, sin comunión orgánica con otras iglesias locales.