Por Josué I. Hernández
A pesar de que los fariseos y los saduceos se odiaban, en esta ocasión se reunieron para destruir a un enemigo común, Jesucristo. La Biblia dice, “Entonces los principales sacerdotes y los fariseos reunieron el concilio, y dijeron: ¿Qué haremos? Porque este hombre hace muchas señales. Si le dejamos así, todos creerán en él; y vendrán los romanos, y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación” (Jn. 11:47,48). Consideremos algunos puntos de nuestro texto.
“Entonces… reunieron el concilio”. Como podemos observar, esta reunión no tenía por objetivo buscar el rostro de Dios en oración. Este concilio no fue convocado para estudiar las sagradas Escrituras y considerar la evidencia (cf. Hech. 10:33; 17:11). Se reunieron para encontrar una manera de eludir la verdad y sus implicaciones (cf. 2 Tes. 2:10). Es decir, comenzaron con motivos impuros.
“¿Qué haremos? Porque este hombre hace muchas señales”. Reconocían que Jesús ha estado haciendo muchas señales. Por ejemplo, no podían negar la resurrección de Lázaro (Jn. 11:43-46). Sin embargo, como dijo Abraham, “Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos” (Luc. 16:31). Sencillamente, no estaban dispuestos a creer a pesar de los milagros que confirmaban la palabra del Señor (cf. 4:10-14), y le desecharon (Mat. 21:42-46). No es una sorpresa que habiendo comenzado con motivos impuros, procedieran con acciones equivocadas.
“Si lo dejamos así”. Durante tres años y medio se esforzaron para obstaculizar lo que Jesús se proponía hacer, y no lo lograron. Sin embargo, creen que ahora podrán hacer algo para detenerlo. Obviamente, estaban preparándose para matarlo, lo cual cumplió la Escritura (cf. Jn. 3:14-17; Hech. 2:23; 4:28). Los motivos impuros, y las acciones equivocadas, van de la mano con las suposiciones e ideas insensatas.
“todos creerán en él”. Jesucristo había dicho desde el principio de su ministerio que “pocos” creerían y le seguirían, mientras que “muchos” lo rechazarían (cf. Mat. 7:13,14; Luc. 13:24). Sin embargo, cuando alguno comienza con motivos impuros, procede con acciones equivocadas, y se fundamenta en suposiciones e ideas insensatas, los posibles aspectos de un problema se exageran. Entonces, la mentalidad de “tenemos que hacer algo” anula la prudencia por el temor a un escenario indeseado.
“y vendrán los romanos, y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación”. Por fin se manifestó la verdadera preocupación de estos líderes religiosos. Estaban muy preocupados por su “lugar santo” y su estatus, y sin mayor interés en la salvación de las almas. La clásica preferencia por lo terrenal y físico en lugar de lo celestial y espiritual. Tenían miedo de perder su forma de vida en su “nación”, mientras nada hablaban de la relación con Dios y la vida eterna con él. Simplemente, ponían la mira en las cosas de los hombres en lugar de poner la mira en las cosas de Dios (cf. Mat. 16:23; Col. 3:1). Los motivos impuros se expresan en acciones equivocadas, y van de la mano con suposiciones e ideas insensatas que exageran posibles escenarios. Entonces, lo impensable se comienza a pensar, lo indecible se comienza a decir, y lo inconcebible se comienza a proponer; se ha rechazado la evidencia más clara y los principios morales más básicos.
Conclusión
Cuando los líderes de los judíos reunieron el concilio, no se congregaron para estudiar las sagradas Escrituras y considerar la evidencia; tampoco se reunieron para orar y velar por las almas. Sus motivos eran impuros, sus acciones eran equivocadas, sus ideas eran insensatas, y exagerando un “potencial peligro percibido”, se organizaron para cometer el acto más vil.
No sigamos este ejemplo.