El predicador y sus herramientas de estudio



Por Josué I. Hernández

 
El predicador del evangelio tiene el encargo divino de predicar la palabra (2 Tim. 4:1,2), y para ello, debe conocer la palabra; sencillamente, no podría exponer todo el consejo de Dios, sin estar estudiándolo, comprendiéndolo, y viviéndolo, primeramente (cf. Hech. 20:27). Por lo tanto, el predicador está sujeto a la obligación de estudiar la Biblia diariamente, capacitándose para la enseñanza de las sagradas Escrituras (1 Tim. 4:6,15; 2 Tim. 2:15). Debe ser ejemplo en no pensar más allá de lo que está escrito (cf. 1 Cor. 4:6) y en hablar conforme a las palabras de Dios (1 Ped. 4:11), adhiriéndose a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo (1 Tim. 6:3). Para lograr este propósito, las herramientas de estudio bíblico son recursos útiles. Sin embargo, en ellas hay tanto ventajas como peligros.
 
El mensaje de la Biblia es lo primero, y más importante, que el predicador debe estudiar y aprender. No hay mejor comentario de las sagradas Escrituras que las sagradas Escrituras mismas. Ningún comentario o exposición, por muy elaborado que parezca, puede elevarse, ni mucho menos, sustituir, el comentario que la propia Biblia hace de sí misma.
 
La exhortación de Pablo a Timoteo de prestar atención cuidadosa a la lectura (cf. 1 Tim. 4:13; 2 Tim. 3:15-17), indica el perseverante estudio del texto sagrado, atendiendo a la palabra profética que nos ha sido confirmada y que ilumina en la oscuridad (2 Ped. 1:20,21). Los cientos de citas del Nuevo Testamento de pasajes del Antiguo Testamento ayudan a desvelar el “misterio de Cristo” que no se dio a conocer en otras generaciones, como ahora lo ha sido (Ef. 3:4,5). Si dejamos que la Biblia sea su propio intérprete, entonces, y sólo entonces, las diversas herramientas de estudio bíblico serán útiles para ayudarnos en el esfuerzo por comprender el texto sagrado.   
 
Algunas ventajas
 
Enriquecer el estudio de la Biblia. Los léxicos, concordancias, libros de referencia, y comentarios bíblicos, nos permiten considerar determinado pasaje bíblico en su entorno, su contexto histórico y cultural, y su significado. Hay comentarios expositivos y exegéticos. El comentario expositivo suele incluir notas didácticas, bosquejos, mapas, ilustraciones y aplicaciones prácticas. El comentario exegético es más técnico, o académico, profundizando en los idiomas originales y la gramática. Sin embargo, el predicador debe comprender que sus preferencias personales al estudiar la Biblia no siempre corresponden con las necesidades de la audiencia, y nunca debe distraerse de la enseñanza práctica que el auditorio necesita, “que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina… haz obra de evangelista, cumple tu ministerio” (2 Tim. 4:2,5).
 
Considerar lo que otro ha entendido de la Biblia. Un comentario bíblico suele exponer el fruto de años de estudio y meditación dedicados por el autor en la palabra de Dios. Leer como otra persona ha reflexionado sobre un pasaje en particular puede ser instructivo si nos ayuda a comprender el significado y aplicación del texto sagrado. Sin embargo, el predicador debe recordar su obligación de ir a la Biblia para ver si estas cosas son así (Hech. 17:11; cf. 1 Jn. 4:1,6).
 
Aprender una perspectiva que el texto no enseña. Un comentario, o diccionario, puede incluir valiosa información histórica sobre el período, la ubicación geográfica, el trasfondo cultural del texto, o libro, de la Biblia. Esta información amplía nuestra comprensión de los tiempos, lugares, gobiernos, que intervienen en la narrativa bíblica.
 
Aumentar nuestra comprensión de la Biblia. Los comentarios y diccionarios bíblicos a menudo nos proporcionan acceso a pasajes que mejoran nuestra comprensión del texto sagrado, y muchas veces nos enseñan el significado de una palabra y su uso en otros pasajes. Siempre hay ganancia cuando vemos los enlaces, o relación, de las sagradas Escrituras entre sí (cf. Sal. 119:160; Luc. 24:27).
 
Algunos peligros
 
Recurrir al comentario primero. Consultar con la sabiduría, experiencia, y capacidad, humana, no valida la certeza de la palabra de Dios. La verdad que nos hace libres, y que nos santifica, no está en el comentario bíblico (cf. Jn. 8:32; 17:17). Si determinado comentarista ignora la verdad, o la pervierte, la palabra de Dios permanece para siempre (1 Ped. 1:25). No hay comentario que pueda sustituir, o modificar, la palabra de Dios.
 
Los sesgos teológicos del comentarista. Los comentaristas suelen tener alguna inclinación, o predisposición, hacia una perspectiva, o doctrina. Lo más fácil de hallar es el calvinismo (teología reformada). El comentario escrito por un calvinista tendrá alguna levadura, ya sea en la terminología o en las falsas conclusiones a las cuales el comentarista ha llegado. Por lo tanto, el conocimiento y comprensión del texto bíblico será necesario para discernir el error (cf. Col. 2:8; 1 Tes. 5:21; 1 Tim. 6:20).
 
El elitismo intelectual. La erudición bíblica no es suficiente (cf. Jn. 5:39; Mat. 22:29). La erudición académica no equivale a la solidez bíblica. Es más, tal conocimiento fácilmente puede llevar a la arrogancia (cf. 1 Cor. 8:1). Saber lo que dice un comentario no equivale a usar bien la palabra de verdad (2 Tim. 2:15). Saber lo que se ha dicho sobre un texto no significa entender lo que dice el texto. La confianza en los hombres pone en peligro nuestras almas (cf. Jer. 17:5-7).
 
La fe en el comentario bíblico. Depositar la fe en lo que dice un comentarista no es un legítimo “así dice el Señor”. Alguno podría decir “escrito está” pero sin fe en el texto sagrado, sino en lo que alguno afirma que el texto dice. Los comentaristas no establecen la verdad, Jesucristo sí (Jn. 14:6), y lo hace mediante su palabra (cf. Heb. 1:1,2; Jn. 12:48). Las opiniones de los comentaristas no son vinculantes para lo que hacemos, la palabra de Cristo sí (Col. 3:16,17).
 
Conclusión
 
Si dejamos que la Biblia sea su propio intérprete, entonces, y sólo entonces, las diversas herramientas de estudio bíblico serán útiles para ayudarnos en la comprensión del texto sagrado.
 
Hay ventajas, pero también peligros, cuando accedemos a determinada herramienta para el estudio bíblico. Las ventajas deben motivarnos, y los peligros no los debemos ignorar.
 
Si usted está dejando que la Biblia sea su propio intérprete, y confía en su celestial mensaje, le recomendamos los comentarios de Bill H. Reeves y Wayne Partain, los cuales hasta la fecha se ofrecen gratuitamente al lector que los solicita en este sitio: www.waynepartain.com