El viento les era contrario



Por Josué I. Hernández

 
Marcos 6:45-52 nos informa sobre una ocasión cuando los discípulos obedeciendo al Señor remaban al otro lado del mar de Galilea. El plan parecía sencillo, el Señor estaría orando, y ellos, remando. Juan nos indica una razón adicional por la cual el Señor envío a sus discípulos al otro lado del mar mientras él despedía a la multitud (Jn. 6:15).
 
Los discípulos comenzaron su travesía al anochecer (cf. Jn. 6:16), porque la palabra del Señor así lo requería (Mar. 6:45), y a unos 5 kilómetros de la orilla los encontró el Señor (cf. Jn. 6:19), en medio del mar (Mar. 6:47), cuando la barca era azotada, torturada, acosada, por las olas (cf. Mat. 14:24).
 
Marcos nos informa que como a la cuarta vigilia, es decir, a las 3 de la madrugada, o más tarde, el Señor vino a ellos (cf. Mar. 6:48; Mat. 14:25). La primera vigilia era entre 6 y 9 de la noche, la segunda entre 9 y 12, y la tercera entre la medianoche y las 3 de la madrugada. Esto quiere decir que los discípulos habían estado remando unas diez horas. Estaban perseverando en la obediencia, querían llegar al otro lado, no se habían rendido, y el Señor venía a su encuentro.
 
La obediencia de los discípulos se topó con la resistencia de una tempestad que parecía infranqueable, y mientras remaban con gran fatiga el Señor no les perdía de vista (Mar. 6:48). Dios ama a los obedientes (cf. 1 Sam. 15:22; Is. 66:2, Jn. 14:23).
 
Cuando el Señor vino a ellos les indicó que se animaran, que él estaba presente, que no temieran. Ellos podían reconocer la voz de Jesucristo, “¡Tened ánimo; soy yo, no temáis!” (Mar. 6:50). El necesario ánimo sería, por lo tanto, un acto de fe, una decisión obediente, decisión que no dependería de las circunstancias sino de Jesucristo, el Hijo de Dios (cf. Mar. 1:1), que los animaba con su palabra, y luego, con su presencia (Mar. 6:51).
 
El Señor no les abandonaba, aunque rugiese el embravecido mar, pero debían enfocar su corazón a pesar del viento y las olas (cf. Mat. 14:30,31). La tempestad no significaba que el Señor les hubiese abandonado. Dios no abandona al obediente.  
 
Marcos nos informa, que el Señor “fue hacia ellos andando sobre el mar, y quería pasarles de largo” (Mar. 6:48, LBLA), lo cual nos recuerda otra escena similar (Luc. 24:28). Sencillamente, el Señor hubiese pasado de largo a menos que ellos recibiesen su palabra, y luego, le recibiesen en la barca (cf. Mat. 14:27-32; Mar. 6:50,51). Juan registró, “Gustosos pues, le recibieron en la barca” (Jn. 6:21, VM). La compañía de Jesús no sería impuesta, a ellos les correspondía clamar, obedecer la instrucción y dejar espacio para el Señor.
 
Si queremos ser discípulos debemos tomar los remos y hacer nuestra parte. No debemos distraernos de la divina instrucción, a pesar de la resistencia y los obstáculos. El Señor vendrá en ayuda de los fieles para bendecir el esfuerzo de su fe.