Por Josué I. Hernández
La
ceguedad espiritual de algunos hermanos es tal, que no quieren aprender cómo se
reconoce la autoridad bíblica, cuál es la diferencia entre la obra de la
iglesia local y la obra del individuo, o cómo la iglesia local debe disciplinar
a un miembro en pecado. En semejante caso necesitamos volvernos a lo más
básico, y empezar desde cero, sentando las bases para una construcción sólida
paso a paso. No podemos construir con solidez sobre fundamento defectuoso.
El sabelotodo es incapaz de
aprender. No llegará al pleno entendimiento de la verdad hasta que reconozca
que la sabiduría no perecerá con él, y que la palabra del Señor permanecerá
para siempre. Cuando uno madura en Cristo, su apreciación de las verdades que
ya conoce va profundizando y fortaleciéndose, y entiende cuánto necesita seguir
estudiando, deteniéndose a menudo para examinarse a sí mismo con humildad, “Porque
el que se cree ser algo, no siendo nada, a sí mismo se engaña” (Gal. 6:3).
Los cristianos necesitamos seguir
la verdad en amor para alcanzar el pleno conocimiento de Cristo. Es necesario
someter nuestra voluntad a la plena luz de la verdad que nos guía por el buen
camino. No seamos de los que siempre están aprendiendo y nunca pueden llegar al
conocimiento de la verdad (2 Tim. 3:7).