Entre los episodios que el apóstol Juan incluye
en su relato, y que no son mencionados por los evangelios sinópticos (Mateo,
Marcos y Lucas), se encuentra una pesca milagrosa ocurrida luego de la
resurrección del Señor (Jn. 21:4-11). A la orilla del mar, mientras desayunaban, el
Señor Jesús rompió el silencio preguntando a Simón, “Simón, hijo de Jonás,
¿me amas más que éstos?” (Jn. 21:15). Luego, preguntó dos veces más, “Simón,
hijo de Jonás, ¿me amas?” (Jn. 21:16,17). Es interesante notar que la
primera vez el Señor preguntó “¿me amas más que éstos?”, luego solo
preguntó, “¿me amas?”. Dos veces Pedro respondió, “Sí, Señor; tú
sabes que te amo” (Jn. 21:15,16), y la tercera vez respondió, “Señor, tú
lo sabes todo; tú sabes que te amo” (Jn. 21:17). Luego de cada respuesta de Pedro, el Señor lo
responsabilizó con la labor de proveer, cuidar y dirigir a los corderos y
ovejas de su rebaño (Jn. 21:15-17). No es casualidad que, dado que Pedro había
rechazado con tanta vehemencia la posibilidad de negar al Señor, el Señor le
haya recordado aquel compromiso al preguntarle tres veces si lo amaba. La pregunta
del Señor debió herir profundamente el corazón de Pedro al traer a la mente el
recuerdo de cómo había fracasado en su promesa, “Aunque todos se
escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré” (Mat. 26:33). No es difícil
imaginar el recuerdo en la mente de Pedro, de cómo negó al Señor, incluso con maldición,
jurando no conocerle (cf. Mat. 26:74; Mar. 14:71). Tres veces el Señor preguntó a Pedro, “¿Me
amas?”. Sin embargo, la primera vez añadió “más que éstos”, lo cual
recuerda la jactancia de Pedro, “Aunque todos se escandalicen, yo no… Si me
fuere necesario morir contigo, no te negaré” (Mar. 14:29,31). Debió
conmoverse en lo más profundo al reconocer que él no era superior a los otros
en su fe y amor por Jesucristo. Había fallado miserablemente en su jactancia. Las dos primeras veces que Jesús preguntó “¿Me
amas?”, usó la palabra griega “agapao”, el amor desinteresado, de la
devoción completa, dispuesto a servir. Sin embargo, aunque Pedro confesó que
amaba al Señor no respondió con “agapao”, sino con la palabra “fileo”, el amor
del aprecio y la amistad. Pedro reconocía que no había alcanzado la altura que
la palabra “agapao” exigía. La tercera vez que Jesús interrogó a Pedro, usó
la palabra “fileo”, como diciendo: “Entonces, ¿me estimas?”. Humillado en arrepentimiento, y reconociendo
que su amor por el Señor no superó al de los otros discípulos, y luego de una
sincera confesión de amor por Jesús, con un amor que se proyectaba al
crecimiento y total devoción, Pedro fue restaurado a cuidar al rebaño del Señor
(una tarea para todos los apóstoles, no solo para Pedro). ¿Cuál sería nuestra respuesta a la misma
pregunta del Señor?: “¿Me amas más que éstos?”. Respondemos esa pregunta
cada día con aquello que ocupa el primer lugar en nuestras vidas. Recordemos
que nuestro Señor Jesucristo dijo, “Si me amáis, guardad mis mandamientos”
(Jn. 14:15).