La Biblia dice: “Compra la verdad, y no la
vendas” (Prov. 23:23). Este versículo nos enseña que hay verdad celestial,
tan real y verdadera, como las verdades aritméticas, y es la verdad expresada
por Dios. La verdad existe, y podemos conocerla si pagamos el debido precio por
ella, para atesorarla y nunca dejarla. El esfuerzo de amor por la verdad se puede
ilustrar leyendo, por ejemplo, Hebreos 11. Muchos son los que fueron
perseguidos, torturados, e incluso, asesinados por la verdad: “experimentaron
vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles. Fueron apedreados,
aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para
allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados,
maltratados; de los cuales el mundo no era digno; errando por los desiertos,
por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra” (Heb. 11:36-38). Todos los apóstoles de Jesucristo, excepto Juan,
fueron asesinados por predicar el evangelio. Y sin duda alguna, el mayor
ejemplo es nuestro Señor Jesucristo, que siendo consultado por su identidad, si
era o no el Hijo de Dios, lo afirmó con total claridad, lo cual le costó la
vida (cf. Mar. 14:60-65). ¿Amamos la verdad lo suficiente como para morir por
ella? Algunas personas ni siquiera se preocupan lo
suficiente como para estudiar y aprender la verdad, a pesar de que el acceso a
la verdad celestial es fácilmente accesible. Difícilmente conoceremos a una persona
que no tenga acceso a la Biblia. Mucho menos conoceremos a una persona que no
sepa de la existencia de la Biblia, la cual es la palabra de Dios, la verdad de
Dios (Jn. 17:17). La Biblia se encuentra en casi todos los
hogares, y se puede comprar con relativa facilidad en una librería. Es más, se
puede descargar legal y libremente desde la Internet. Sin embargo, muchas
personas no están dispuestas a estudiar la Biblia para aprender la verdad,
mientras que algunos, que pueden reconocer algunos principios de la verdad temen
identificarse con ella. A diferencia de los fieles de la Biblia, muchas
personas no defenderían la verdad al punto de morir por ella. ¿Qué de nosotros? Hay consecuencias para quienes no aman la
verdad (2 Tes. 2:10-12). La entrada al cielo no está disponible para quienes
creyeron y vivieron por alguna mentira (Rom. 1:22-32). No obstante, quienes
aman la verdad lo suficiente como para estudiarla diligentemente y aprenderla,
son alcanzados por la bendición pronunciada por Jesucristo, “y conoceréis la
verdad, y la verdad os hará libres” (Jn. 8:32).