Sincero pero equivocado



Por Josué I. Hernández

 
¿Será posible que alguno sea sincero en sus convicciones y prácticas religiosas, y que aun así esté equivocado? Algunas personas afirman que toda clase de creencia y adoración es aceptable sin importar las diferencias. Intente convencer a una persona de que le falta una cosa por hacer (cf. Mar. 10:21) y verá cómo reacciona. Más de alguno manifestará cuán sincero es, y cómo se está esforzando por agradar a Dios, negando toda posibilidad de estar equivocado.
 
A pesar de lo anterior, la Biblia contiene muchos casos de personas religiosas, algunos de ellos muy sinceros, que no agradaban a Dios a pesar de su sincera devoción. Por ejemplo, los atenienses a quienes Pablo predicó el evangelio, necesitaban arrepentirse y adorar al Dios verdadero (Hech. 17:22-31). Su religión no era tan buena como cualquier otra. Sencillamente, estaban equivocados.
 
Los judíos del primer siglo tenían celo por Dios, pero sin conocimiento. En pocas palabras, rehusaban someterse a la voluntad de Dios (Rom. 10:1-3). De hecho, el mismo Pablo, antes de su conversión, era un devoto judío muy celoso que confiaba en estar haciendo lo correcto (cf. Hech. 26:9-11; 23:1). A pesar de su sinceridad, perseguía a la iglesia. Su religión no era tan buena como cualquier otra. Sencillamente, estaba tan equivocado como la mayoría de los judíos de su tiempo (1 Tim. 1:12-16).
 
Cornelio era un hombre temeroso de Dios, que ayudaba a los necesitados, y que oraba a Dios siempre (Hech. 10:1,2), pero lo mucho bueno de él no podía solucionar el problema del pecado. Cornelio necesitaba obedecer al evangelio (Heb. 11:14). Su religión no era lo suficientemente buena, porque necesitaba la verdad que santifica (Jn. 17:17) y liberta (Jn. 8:32).
 
Todos debemos esforzarnos por agradar a Dios con sinceridad. Pero, sin la verdad, la sinceridad no funciona.