Estudiar adecuadamente la Biblia



Por Josué I. Hernández

 
Demasiada gente no estudia adecuadamente la Biblia, y luego afirma estar en desacuerdo con otros respecto a lo que ella enseña; y algunos ni siquiera leen el texto sagrado, pero afirman creencias que repiten de otros. En semejante escenario la confusión religiosa es una consecuencia por no estudiar adecuadamente la palabra de Dios. Alguno podría tener un excelente libro de aritmética, pero no se beneficiará de él si no lo estudia. El mismo principio se puede aplicar al estudio de la Biblia. Consideremos algunos principios para el estudio adecuado de la palabra de Dios.
 
Amar la verdad. Debemos amar la verdad como para trabajar por ella, a pesar de lo mucho que nos cueste (Prov. 23:23). Debemos estar dispuestos a seguir la verdad hacia dónde ella nos dirija (Ef. 4:15). Jesucristo enseñó que algunos no  entendían su doctrina porque habían cerrado sus ojos y tapado sus oídos (Mat. 13:15). No les gustaba lo que oían, y se negaban a aceptarlo. No querían hacer la voluntad de Dios (Jn. 7:17). La verdad no beneficia a quienes la rechazan. Debemos amar la verdad, incluso cuando nos dice que estamos equivocados.
 
Aceptar todo lo que enseña la Biblia como palabra de Dios. Si queremos ser buenos estudiantes de la Biblia debemos recibir su enseñanza “no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios” (1 Tes. 2:13). Es muy peligroso aceptar parcialmente lo que Dios enseña, y concluir que con eso tenemos suficiente. Si nuestras convicciones y prácticas son contradichas por Dios, debemos abandonarlas. Por ejemplo, si comprendemos que la fe es esencial para la salvación, debemos comprender que el arrepentimiento y el bautismo también lo son (Hech. 2:37,38). Nadie será justificado solamente por la fe (Sant. 2:24).
 
Reconocer que la verdad es armoniosa. La palabra de Dios es verdad (Jn. 17:17), y la verdad nunca se contradice “pues Dios no es Dios de confusión” (1 Cor. 14:33). El salmista dijo, “La suma de tu palabra es verdad” (Sal. 119:160). Por lo tanto, si un pasaje parece contradecir lo que enseña otro, debemos buscar cómo se armonizan. Por ejemplo, en el Antiguo Testamento el pueblo de Dios fue enseñado a guardar el sábado y pagar diezmos (Deut. 5:15; 14:22), pero en el Nuevo Testamento no se enseñan tales cosas, porque la ley de Moisés fue anulada (Col. 2:14; Ef. 2:15) y nos fue dada una ley que es mejor (Heb. 7:11-19), tal como Dios lo había planificado (Heb. 8:6-13; 1 Cor. 9:21).