Seguir la religión de los padres



Por Josué I. Hernández

 
La mayoría suele adoptar la religión de sus padres con la firme disposición de continuar en ella, y transmitirla a sus hijos, rehusando investigar y cuestionar tales creencias y prácticas, y mirando con recelo todo esfuerzo “para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios” (Hech. 26:18). En este contexto, el argumento general se podría resumir como sigue: “Si determinada religión funcionó para mis padres, ¿por qué no funcionaría para mí?”.
 
Piénselo detenidamente. Si determinadas personas han sido idólatras, miembros de una secta, paganos, e incluso, ateos, ¿deben los hijos aceptar tales creencias sin investigar ni cuestionar? ¿Cómo podríamos estar seguros de aceptar las creencias de nuestros padres sin someter tales convicciones al estándar de la verdad (Jn. 8:32; Ef. 1:13)?
 
La Biblia nos habla de muchas personas que tuvieron que abandonar la religión de sus padres. En el Antiguo Testamento, podemos leer los ejemplos de Abraham, Rahab, Rut, y los ninivitas (Jos. 24:2; Jos. 2:9,11; Rut 2:11,12; Jon. 3:10). ¿Se equivocaron al cambiar?
 
En el Nuevo Testamento, vemos el caso de Pablo, quien se había criado en la religión de los judíos (Gal. 1:13,14), y que obedeció al evangelio para agradar a Dios (cf. Hech. 9:6; 22:16). ¿Se equivocó al cambiar? Muchos de los efesios que habían practicado la magia se volvieron a Dios (Hech. 19:19,20), así también, los tesalonicenses se convirtieron de la idolatría para servir al Dios vivo y verdadero (1 Tes. 1:9). ¿Se equivocaron al cambiar?
 
Salvo que los padres fuesen cristianos, los casos bíblicos de conversión involucran aquel cambio necesario, dejar la religión de los padres (1 Ped. 1:18).
 
La Biblia dice: “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hech. 5:29). El Señor Jesucristo dijo, “El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí” (Mat. 10:37).
 
La Biblia es la única guía infalible para determinar si estamos, o no, en la verdad (Jn. 17:17; 2 Tim. 3:16,17). Si deseamos agradar a Dios, debemos comparar todo lo que nuestros padres nos enseñaron con la Biblia (1 Tes. 5:21). Si las creencias y prácticas de nuestros padres concuerdan con la Biblia, debemos alegrarnos de seguir sus pisadas (cf. 2 Jn. 4). Sin embargo, si descubrimos que nuestros padres no están de acuerdo con la Biblia, debemos seguir lo que la Biblia dice en lugar de seguir la religión de nuestros padres.