La morada de los espíritus después de la muerte


 
Por Josué I. Hernández

 
Entendiendo que la muerte física no pone fin al espíritu, sino a la actividad biológica del cuerpo (cf. Gen. 3:19; Ex. 3:6; Ecles. 12:7; Sant. 2:26; Apoc. 6:8), ¿a dónde van los espíritus de los difuntos cuando ocurre la muerte física? ¿Van las almas de los justos directamente al cielo? Si esto es cierto, ¿a dónde van las almas de los injustos? ¿Van directamente al infierno? ¿Qué dice la Biblia?
 
Tres posiciones
 
Sobre la base bíblica de que el alma humana continúa existiendo conscientemente luego de la muerte física, suelen expresarse tres posiciones:
  1. Existe un estado intermedio entre la muerte y la resurrección, la morada de los espíritus de los difuntos, sean justos o injustos, hasta la resurrección general.
  2. Cuando ocurre la muerte física, se lleva a cabo un juicio particular y resultan tres clases de personas. La primera clase entra al cielo, la segunda clase va al purgatorio, y la tercera clase va al infierno. Esta posición es clásicamente católico-romana.
  3. Los espíritus de los difuntos no quedan en un estado intermedio al morir, sino que van directamente al cielo o al infierno. Esta postura suele ser abrazada por la mayoría de los evangélicos protestantes.
 
La primera declaración concuerda con la evidencia bíblica. El hecho de que el alma humana no va directamente al cielo ni al infierno cuando ocurre la muerte física se enseña claramente en las sagradas Escrituras.
 
El Señor Jesucristo dijo que la entrada al castigo eterno o la vida eterna se producirá cuando el Hijo del hombre venga en su gloria (Mat. 25:31,46). Siendo el cielo y el infierno lugares de recompensa y castigo eternos, y entendiendo que el ingreso a estos lugares no se producirá hasta la venida del Señor, es evidente que las almas de los difuntos residen en un lugar anterior al cielo y al infierno y posterior a la vida en este mundo.   
 
Cuando el Señor venga, aparecerá con “voz de mando”, y clamando a gran voz, los muertos serán resucitados (1 Tes. 4:16; 1 Cor. 15:52), entonces “todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación” (Jn. 5:28,29). Nótese que tanto la vida como la condenación ocurren después de la resurrección general, no antes.
 
Cuando se argumenta que las almas de los difuntos van directamente al cielo o al infierno, se están ignorando los pasajes más claros que afirman precisamente lo contrario (cf. Mat. 13:36-43; Jn. 14:1-6; 2 Tes. 1:7-9; 2 Tim. 4:7,8), y se invalida la doctrina del juicio definitivo estipulado para todos los mortales, el cual es posterior a la resurrección (cf. Mat. 25:31-46; Rom. 14:11,12; 2 Cor. 5:10; Apoc. 20:11-15; 21:1-22:5).
 
Dado que los justos e injustos ingresarán al cielo o al infierno después de la segunda venida de Jesucristo, específicamente, después del juicio final, los espíritus de quienes han partido de esta tierra están esperando la resurrección para recibir la herencia celestial o el castigo eterno.
 
El apóstol Pablo dijo que la corona de justicia le sería dada cuando el Señor venga: “me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida” (2 Tim. 4:8); y también escribió que en aquel día seremos “revestidos de nuestra habitación celestial” (2 Cor. 5:2; cf. 1 Cor. 15:23), “en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados” (1 Cor. 15:52).
 
En aquel día, cuando Cristo venga, salvará “a los que le esperan” (Heb. 9:28), tanto vivos como muertos (cf. 1 Cor. 15:19).
 
El rico y Lázaro
 
¿Recuerda el relato del rico y Lázaro de Lucas 16:19-31? Esta no es una parábola, es un hecho histórico, aunque bien representa al auditorio que oía a Jesucristo. Los publicanos y pecadores son representados por Lázaro, mientras que los fariseos son representados por el hombre rico.
 
Luego de morir, el rico y Lázaro estaban conscientes, podían percibir, sentir dolor, recordar e incluso comunicarse (cf. Luc. 16:23-28). Sus almas no estaban dormidas, o inconscientes. Evidentemente, no habían dejado de existir al momento de la muerte. Ambos se encontraban en el estado intermedio entre la muerte física y la resurrección general.
 
Es inútil argumentar que los personajes de la historia se encontraban en las condiciones posteriores a la resurrección, porque la afirmación “Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos” (Luc. 16:31) implica que la resurrección general no había ocurrido. Sencillamente, el diálogo entre los ricos de la historia, siendo uno de ellos Abraham, no sucederá entre los habitantes del cielo y los habitantes del infierno (cf. Mat. 22:13; 25:41; 2 Tes. 1:9; Apoc. 22:15).
 
La existencia consciente experimentada por el rico, Lázaro y Abraham, indica las condiciones del estado intermedio entre esta vida y el juicio final, donde los justos experimentan gozo y consuelo, mientas que los injustos experimentan un grado de castigo que les atormenta incesantemente. Aunque estas condiciones comienzan a suceder a los justos e injustos cuando parten de esta vida e ingresan al hades, de ninguna manera quedan excluidos de presentarse ante el tribunal de Cristo (2 Cor. 5:10).
 
Y en el hades alzó sus ojos
 
Cuando el rico impío murió, su persona interior ingresó al hades (Luc. 16:23). Dado que el “infierno” o “castigo eterno” es el destino final de los impíos (cf. Mat. 18:8,9; 25:41,46), y el hades es un estado consciente intermedio, anterior al infierno, es incorrecto cambiar la palabra “hades” por “infierno”, como algunas versiones lo hacen. En este pasaje Cristo no dijo “infierno”, él dijo “hades”. Considérese, además, que el hades será echado al infierno (cf. Apoc. 20:14). El infierno es eterno, pero el hades es temporal.
 
El origen de la palabra “hades” parece derivarse de un prefijo griego “a” (“no”) y “eido” (“ver”), significando, “lo no visto”. Algunos académicos piensan que puede tener su origen en “hado”, significando “receptor de todo”. Sin embargo, el significado de esta palabra puede ser determinado por su uso en el contexto bíblico donde se encuentra.

La palabra “hades” se utiliza para designar la morada general de los espíritus de los difuntos, sean buenos o malos. En Apocalipsis 1:18 Jesús afirmó poseer “las llaves” (autoridad para abrir) de “la muerte” (el receptáculo del cuerpo) y “del hades” (el receptáculo del espíritu del difunto). En una de sus visiones, Juan ve la “muerte” montada en un caballo, la cual era seguida por el hades (Apoc. 6:8). Luego, leemos que tanto la muerte como el hades serán vaciados en el momento del juicio (Apoc. 20:13,14). Es decir, la tumba entregará los cuerpos y el hades entregará las almas (cf. Jn. 5:28,29).
 
Debido a que el hades contiene a los justos e injustos, unos en consuelo y otros en tormento, la Biblia señala el “hades” como el estado al que ingresó el Señor Jesús cuando murió (Hech. 2:27), y señala el mismo hades como el lugar al que ingresó el rico impío (Luc. 16:23). Dependiendo del contexto, la palabra “hades” puede indicar la zona de castigo o de consuelo (Mat. 11:20-23; Hech. 2:31).  
 
El paraíso del hades

Cuando la Biblia dice que el hades recibió el espíritu de Jesucristo, mientras su cuerpo descansaba en la tumba (cf. Luc. 23:46; Hech. 2:27-31) hace referencia al “paraíso” del hades, llamado así por el Señor mismo, “hoy estarás conmigo en el paraíso” (Luc. 23:43). El “paraíso” del hades corresponde al “seno de Abraham” donde estaban Lázaro y el mismo Abraham (Luc. 16:22,25).   
  
Es evidente que el estado intermedio entre la muerte física y la resurrección, es decir, el hades, es un lugar dividido por una gran sima (Luc. 16:26). En un sector están los piadosos y en el otro los impíos. El “seno de Abraham” es la región del hades donde residen los justos en espera de la resurrección.
 
El “paraíso” del hades no es el “paraíso” del cielo, así como el “bautismo” en el Espíritu Santo no es el “bautismo” de la gran comisión. La clase de bautismo, o la clase de paraíso, es determinada por su contexto. Bautismo es “una inmersión”, y comunica la idea de “zambullir o sumergir”. Paraíso es “un huerto, una arboleda”, y comunica la idea de “placer y reposo”. Según el contexto, paraíso podría ser un lugar terrenal (cf. Gen. 13:10; Neh. 2:8; Ecles. 2:5; Cant. 4:13), podría ser el reposo en el hades (cf. Luc. 23:43) y podría ser el reposo en el cielo (cf. 2 Cor. 12:4; Apoc. 2:7).  
 
Conclusión
 
Cuando nuestros compañeros de milicia mueren, sus espíritus ingresan al hades, y permanecen en la zona designada como “paraíso” en espera de la resurrección general.
 
Los malvados tienen su lugar en el hades, en la zona de tormento, al otro lado de la infranqueable sima que los separa y aleja del seno de Abraham.
 
Debido a que la muerte sella el destino de la persona, no hay vuelta atrás cuando la persona muere e ingresa al hades. No hay segunda oportunidad.
 
Debemos prepararnos para la eternidad convirtiéndonos en hijos de Dios (Gal. 3:26,27), viviendo fielmente hasta la muerte (Apoc. 2:10).
 
“Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio, así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan” (Heb. 9:27,28).