
Por Josué I. Hernández
La predicación no debe ser despiadada. El espíritu sádico es un reproche al propósito de Cristo y su evangelio. Los predicadores que parecen deleitarse en humillar a otros no deben recibir espacio en los púlpitos. Pero, la amabilidad superficial, o fingida, que ignora la gravedad del pecado, es igualmente dañina.
La predicación que busca complacer
Apela a las emociones. El evangelio a menudo evoca emociones; pero, la predicación fiel no se fundamenta en las emociones, no las usa para motivar o dirigir los corazones. El poder de Dios está en su evangelio (Rom. 1:16,17). El entretenimiento es una cosa, la predicación bíblica es otra (cf. 2 Tim. 4:2,5).
Conclusión
No nos dejemos seducir por la oratoria
ingeniosa, graciosa, e incluso, entretenida. ¡Exijamos que nos prediquen la
palabra de Dios!