Alcanzando el perdón



Por Josué I. Hernández

 
La Biblia dice, “Con la misericordia y la verdad se consigue perdón de la iniquidad; y con el temor de Jehová los hombres se apartan del mal” (Prov. 16:6, VM).
 
El perdón de los pecados solo puede ser provisto por Dios, con su misericordia y verdad. La misericordia de Dios es conferida conforme a la verdad de Dios. Por lo tanto, la misericordia se recibe en los términos de Dios, no en nuestros términos. No hay misericordia sin verdad.
 
Mientras que Dios ofrece su misericordia conforme a su verdad, para recibir el perdón de Dios, el hombre debe reaccionar con temor repudiando sus pecados, “con el temor de Jehová los hombres se apartan del mal” (Prov. 16:6). La misericordia del Señor se extiende sobre los que le temen, “engrandeció su misericordia sobre los que le temen” (Sal. 103:11).
 
El evangelio enseña que el pecador del mundo debe creer la verdad del evangelio (cf. Jn. 8:32; 17:17; Ef. 1:13; Col. 1:5), confesar a Jesucristo como Señor (cf. Hech. 8:37), arrepentirse de sus pecados (cf. Hech. 2:38; 3:19), y seguir el consejo de Ananías, quien le dijo a Saulo, “Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre” (Hech. 22:16). Entonces, Dios expresa su misericordia conforme a su verdad a los que “reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia” (Rom. 5:17).
 
Si el hijo de Dios hubiere pecado, Juan nos recuerda, “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad… Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo” (1 Jn. 1:9; 2:1).   
 
Conclusión
 
Por la obediencia al evangelio el pecador se aparta del mal, y así, la misericordia de Dios es conferida al que obedece con temor a la verdad de Dios. Sin embargo, no hay promesa de perdón para el desobediente (cf. Heb. 5:9; 1 Ped. 4:17).
 
La misericordia de Dios se recibe por la obediencia a la verdad (cf. Rom. 2:8; 6:17,18; 10:16; 2 Tes. 1:8).