Soldado de Jesucristo



Por Josué I. Hernández

 
La Biblia presenta a Jesucristo como el comandante en jefe de su ejército (Ef. 1:19-23), ejército en el cual cada cristiano es un soldado (Ef. 6:10-18; 2 Tim. 4:1-8; cf. Fil. 2:25; Flm. 2; 2 Tim. 2:3). El bando contrario es el de Satanás. Esta es la gran batalla por las almas, y ninguno puede ser neutral (Mat. 12:30).
 
Desde el jardín del Edén hasta hoy, cada alma está en juego (cf. Col. 1:28), y esta gran batalla concluirá en juicio definitivo (Mat. 25:31-34,41,46). Por lo tanto, debemos tomar una posición y permanecer firmes (Ef. 6:13,14), y luchar fielmente para alcanzar la vida eterna (1 Tim. 6:12).
 
A diferencia de cualquier otro ejército del mundo, el ejército de Jesucristo está compuesto de voluntarios. Estaba profetizado que así sería, “Tu pueblo se te ofrecerá voluntariamente en el día de tu poder” (Sal. 110:3). Saulo de Tarso fue reclutado en Damasco, pero no contra su voluntad. Obedeció a lo que le fue ordenado, “Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer” (Hech. 9:6). Él mismo lo reconoció, “no fui rebelde a la visión celestial” (Hech. 26:19). Tres días después, estando en Damasco, cuando supo lo que debía hacer, lo hizo, “Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre” (Hech. 22:16). Así, pues, fue trasladado de la potestad de las tinieblas al reino de Jesucristo (Col. 1:13), y quedó enlistado como soldado de Dios (cf. 2 Tim. 4:7).
 
Si somos cristianos y, por lo tanto, estamos en el ejército del Señor Jesucristo, ¿qué clase de soldados somos? Pablo dijo a Timoteo, “Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo” (2 Tim. 2:3).
  • ¿Soy un “buen soldado”? Hay buenos y malos médicos, así como los hay abogados, fontaneros, profesores y mecánicos, etc. En el ejército de Jesucristo el manual de conducta es claro (ej. Ef. 4:1-32; 5:1-33; 6:1-20).
  • ¿Soy “de Jesucristo”? Si no soy de Jesucristo, ¿para quién peleo? ¿Soy un mercenario egoísta? Las motivaciones importan. No todos sirven y luchan por motivos puros, algunos simplemente lo hacen por motivos egoístas (cf. Fil. 1:15-17).
  • ¿Estoy dispuesto a sufrir “penalidades”? ¿He dejado el frente de batalla para enredarme en “los negocios de la vida” (2 Tim. 2:4)? ¿Me quejo de las condiciones del frente de batalla? ¿Añoro la vida civil que antes tuve? ¿He abandonado a mi batallón abrazando la comodidad? Si no estoy en servicio activo, solo me espera una baja deshonrosa.
 
El ejército de Satanás está arruinado, su fin es la eterna derrota; sin embargo, el ejército de Jesucristo avanza a la victoria. Cada uno de nosotros puede participar en esta “buena batalla” (1 Tim. 6:12; 2 Tim. 4:7) si se enlista y persevera hasta alcanzar la vida eterna.