Una cosa



Por Josué I. Hernández

 
Contemplemos algunos ejemplos de lo que la Biblia enseña acerca del poder e impacto, sea positivo o negativo, de “una cosa”.
 
“Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz” (Mar. 10:21). El varón de esta historia suele ser menospreciado como aquel que no estuvo dispuesto a realizar “una cosa”. Sí, el se fue entristecido, cuando el Señor especificó cual era aquella única cosa que le faltaba y cómo podía realizarla. Pero, ¿a cuántos de nosotros, que menospreciamos al joven rico, solo nos falta “una cosa”? Este hombre no estuvo dispuesto a realizar la única cosa que le habría hecho “ser perfecto” (Mat. 19:21), es decir, “completo, o realizado”. Sin embargo, ya sea “una cosa” o “varias cosas”, ¿estamos dispuestos a obedecer “todo lo que os ha sido ordenado” (Luc. 17:10)?
 
“Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada” (Luc. 10:42). Marta estaba “afanada y turbada” (Luc. 10:41), así como muchos suelen estarlo. Piense en la cantidad y calidad de sus oraciones, ¿cuál es el enfoque de su corazón? ¿Sigue el patrón de Jesucristo sobre cómo orar (Mat. 6:9-13)? ¿Por qué cosas está orando? ¿Ora por cosas espirituales o solo por cosas terrenales? Marta estaba abrumada, frustrada, y enojada, precisamente porque se enfocaba en cosas físicas, mientras María, dejando de lado las cosas terrenales, oía atentamente la palabra de Cristo (Luc. 10:39). No hay otra cosa como la palabra de Cristo, con el poder de traer todas las demás cosas a la perspectiva y orden adecuados.  
 
“Si es pecador, no lo sé; una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo” (Jn. 9:25). Este hombre, que había nacido ciego, admitió que ignoraba muchas cosas, a la vez que declaró que sabía “una cosa”, la cual hacía la diferencia, el poder divino del Señor para curar a un ciego de nacimiento (Jn. 9:1-12). Todas las cosas que ignoraba no alcanzaban la importancia de la cosa que sabía. Así también nosotros, si la única cosa que entendemos es el poder de Jesucristo para sanarnos espiritualmente, estamos en el camino correcto para convertirnos en hijos de Dios (cf. Jn. 1:12; 3:3,5).  
 
“una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Fil. 3:13). Pablo estaba haciendo una cosa, compuesta de un aspecto negativo y otro positivo; en primer lugar, olvidaba lo que dejaba atrás; y en segundo lugar, se extendía a lo que estaba delante. Dos partes de una misma cosa. El pasado debe dejarse atrás, nadie puede cambiarlo, ni quedarse en él; esto es clave para el futuro. Pero, también debemos seguir a la meta. Entre el pasado y el futuro está el presente. Pablo estaba activo y enfocado en el presente, sin permitir que sus aflicciones lo desviaran de su carrera al cielo (cf. 1 Cor. 9:26; 2 Cor. 12:7-10). Sin embargo, fácilmente podemos hablar y cantar de la gloria celestial, a la vez que permitimos que los afanes del tiempo presente, el engaño de las riquezas, y los placeres de la vida, nos distraigan y debiliten (cf. Luc. 8:14; 21:34). Mientras decimos entender que no hay mayor éxito que alcanzar la vida eterna, podríamos estar aferrándonos al mundo.
 
“Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré; que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida” (Sal. 27:4). Si todas las cosas que deseamos las redujéramos a una, ¿sería esta? ¡Cuán bienaventurado es el hombre con semejante sabiduría y discernimiento!
 
Las cosas que nos parecen pequeñas suelen hacer la diferencia, y no debemos menospreciarlas (cf. Zac. 4:10). Prestemos atención a los detalles. No menospreciemos el poder e impacto, sea positivo o negativo, de “una cosa”.