Por Josué I. Hernández
“una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Fil. 3:13). Pablo estaba haciendo una cosa, compuesta de un aspecto negativo y otro positivo; en primer lugar, olvidaba lo que dejaba atrás; y en segundo lugar, se extendía a lo que estaba delante. Dos partes de una misma cosa. El pasado debe dejarse atrás, nadie puede cambiarlo, ni quedarse en él; esto es clave para el futuro. Pero, también debemos seguir a la meta. Entre el pasado y el futuro está el presente. Pablo estaba activo y enfocado en el presente, sin permitir que sus aflicciones lo desviaran de su carrera al cielo (cf. 1 Cor. 9:26; 2 Cor. 12:7-10). Sin embargo, fácilmente podemos hablar y cantar de la gloria celestial, a la vez que permitimos que los afanes del tiempo presente, el engaño de las riquezas, y los placeres de la vida, nos distraigan y debiliten (cf. Luc. 8:14; 21:34). Mientras decimos entender que no hay mayor éxito que alcanzar la vida eterna, podríamos estar aferrándonos al mundo.
Las cosas que nos parecen pequeñas suelen hacer la diferencia, y no debemos menospreciarlas (cf. Zac. 4:10). Prestemos atención a los detalles. No menospreciemos el poder e impacto, sea positivo o negativo, de “una cosa”.