Los predicadores del evangelio necesitan ayuda.
No es extraño, por lo tanto, que Pablo tuviese ayudantes que cooperaban con él.
Cuando escribió a los romanos dijo, “Saludad a Priscila y a Aquila, mis
colaboradores en Cristo Jesús” (Rom. 16:3). Si hubiéramos vivido en el
primer siglo, ¿Habríamos sido “colaboradores” del apóstol Pablo? Piénselo
detenidamente: ¿Ayuda usted a los fieles predicadores de hoy? ¿Ha pensado cómo
podría “colaborar” con un predicador del evangelio? Veamos algunas cosas que
puede hacer para colaborar con un predicador. Puede orar. Pablo reconoció la ayuda de los hermanos que
oraban por él, “cooperando también vosotros a favor nuestro con la oración,
para que por muchas personas sean dadas gracias a favor nuestro por el don
concedido a nosotros por medio de muchos” (2 Cor. 1:11; cf. 1 Tes. 5:25; 2
Tes. 3:1,2). La oración tiene gran poder (Sant. 5:16). ¡Orar por un predicador
es de gran ayuda! Puede suplir. Pablo escribió: “Me regocijo con la venida
de Estéfanas, de Fortunato y de Acaico, pues ellos han suplido vuestra ausencia”
(1 Cor. 16:17). ¿Has pensado qué puede hacer para suplir lo que falta en el
corazón del predicador? Sin duda alguna, su visita puede alegrar el corazón del
predicador. Puede refrescar su espíritu. Muchas cosas pueden golpear,
afligir y agotar a un predicador, pero usted puede consolarle y animarle. Pablo
dijo de Estéfanas, Fortunato y Acaico, “Porque confortaron mi espíritu y el
vuestro; reconoced, pues, a tales personas” (1 Cor. 16:18). Puede hospedarlo. Lidia recibió a varios predicadores en su casa.
Lucas escribió, “Y cuando fue bautizada, y su familia, nos rogó diciendo: Si
habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa, y posad. Y nos
obligó a quedarnos” (Hech. 16:15). Así también, Pablo se quedó con Aquila y
Priscila (Hech. 18:3). Si bien es cierto que no debemos recibir a los falsos
maestros (2 Jn. 10,11), debemos estar listos para recibir a los fieles voceros
de Dios. ¿Cuándo fue la última vez que usted recibió a un predicador en su
casa? Puede acompañarlo. Lucas escribió cómo Aquila y Priscila acompañaron
a Pablo en el viaje a Siria (Hech. 18:18). ¿Cuándo fue la última vez que usted acompañó
a un predicador para ayudarle en su ministerio? Puede arriesgar su vida por él. El apóstol Pablo fue tan apreciado,
que Aquila y Priscila arriesgaron su vida por él. Debido a esto, Pablo escribió
de ellos: “expusieron su vida por mí; a los cuales no sólo yo doy gracias,
sino también todas las iglesias de los gentiles” (Rom. 16:4). ¿Hay amor más
grande que el dar la vida por los amigos (Jn. 15:13)? ¿Es amigo de los que
predican la verdad? ¿Daría su vida por un fiel predicador del evangelio?