La mayoría afirma que no importa lo que creamos
respecto a Dios y la Biblia con tal que seamos sinceros en nuestras creencias.
Pero, ¿qué dice la Biblia sobre esto? Imagine por un momento que no importa lo que
creamos; por lo tanto, si alguno es ateo, y sinceramente cree que Dios no
existe, su convicción no tendrá importancia. Sin embargo, la Biblia afirma, “Dice
el necio en su corazón: no hay Dios” (Sal. 14:1). De la misma forma, si
alguno es un judío o musulmán, que sinceramente rechaza a Jesucristo, diciendo
que no es el divino Hijo de Dios, su convicción tampoco tendrá importancia. Pero,
Jesucristo dijo: “si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis”
(Jn. 8:24). El punto es sencillo, lo que creemos importa. Supongamos que alguno está de acuerdo con la
noción de creer en Dios y en Jesús, pero afirma: “no importa si creemos y
obedecemos las enseñanzas de Jesús”. ¿Cómo podríamos creer verdaderamente en
Jesús sin creer y obedecer lo que enseñó? Jesús afirmó ser el Hijo de Dios que
vino a enseñar la verdad a la humanidad. No podríamos creer lo que enseñó sin
creer la identidad que él afirmó tener. Jesucristo es la última voz de la profecía, “Dios…
nos ha hablado por el Hijo” (Heb. 1:1,2). Dios manda que oigamos a su Hijo
(Mat. 17:5). Jesucristo es aquel profeta a quien debemos oír en todo lo que
enseña para no ser condenados (Hech. 3:22,23). Por esto, la Biblia afirma que,
si no permanecemos en la doctrina (enseñanza) de Cristo, no tenemos comunión
con Dios (2 Jn. 9).