No son pocos los que suelen pensar que,
mientras hagan lo que sinceramente creen correcto, Dios estará complacido.
Ellos dejan que su conciencia los dirija, y se dejan llevar por la sinceridad y
las buenas intenciones, mientras recomiendan: “deja que tu conciencia sea tu
guía”. La Biblia nos informa sobre un hombre que
sinceramente siguió su conciencia. Antes de su conversión, no creía que Jesús
de Nazaret fuera el Cristo de las profecías del Antiguo Testamento, así que
blasfemaba contra el Señor Jesús, se opuso a sus seguidores al punto de
perseguirlos, torturarlos, encarcelarlos y votar a favor de su muerte.
Evidentemente, él estaba equivocado, aunque seguía a su conciencia. El hombre
del que hablamos es Saulo de Tarso (Hech. 7:58-60; 8:1-3; 9:1,2; 22:3-5; Gal.
1:13; 1 Tim. 1:12-17). ¿Cómo es posible que un hombre sincero y
concienzudo se equivocara tanto? Él mismo dijo, “yo con toda buena
conciencia he vivido delante de Dios hasta el día de hoy” (Hech. 23:1).
Luego, también declaró, “Yo ciertamente había creído mi deber hacer muchas
cosas contra el nombre de Jesús de Nazaret” (Hech. 26:9). Saulo seguía su
conciencia, haciendo sinceramente lo que creía correcto, pero estaba
completamente equivocado. La conciencia no es una guía segura. El
estándar de la conciencia depende de lo que la persona considera bueno o malo.
Por lo tanto, la conciencia simplemente impulsa hacia lo que cree que es
correcto; pero, si las creencias de una persona son erróneas, entonces, estará
haciendo lo malo (cf. Mat. 7.23). La conciencia humana suele equivocarse, pero la
palabra de Dios nunca se equivoca (2 Tim. 3:16,17). La solución es sencilla,
debemos dejar que la palabra de Dios sea nuestra guía, “Lámpara es a mis
pies tu palabra, y lumbrera a mi camino” (Sal. 119:105).