Mucha gente cree que los grandes problemas que
enfrenta la humanidad se resolverán mediante la sabiduría humana, por ejemplo, con
la tecnología o la política. Sin embargo, la sabiduría humana no puede eliminar
nuestro más grande problema. Nos preocupan la guerra y el crimen, la
corrupción y los hogares desintegrados, el alcoholismo y los niños
delincuentes. Sin embargo, la sabiduría humana no puede eliminar la raíz de estos
problemas. Todos estos problemas son atribuibles directa e indirectamente al
pecado. En otras palabras, somos culpables de estar desobedeciendo a Dios, y
estamos sufriendo las consecuencias por nuestra rebeldía. Hemos estado haciendo lo que bien nos parece (cf.
Jue. 17:6; 21:25) sin detenernos a pensar en Dios y en nuestro prójimo (cf.
Mar. 12:30,31). Esta es la razón por la cual nuestra sociedad está sufriendo
las calamidades que padecemos (cf. Gal. 6:7; Rom. 1:18-32). La sabiduría humana no puede desarraigar el
problema del corazón de los hombres, “Porque de dentro, del corazón de los
hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los
homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la
envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de
dentro salen, y contaminan al hombre” (Mar. 7:21-23). El pecador necesita ser liberado de la culpa,
del poder, y de la condenación del pecado, y ejercer dominio propio para dejar
de hacer lo malo y perseverar “en bien hacer” (Rom. 2:7). Pero, no basta
con disponerse a dejar de hacer lo malo y comenzar a hacer lo bueno. El pecador
es un esclavo (Rom. 6:20-23) que necesita libertad (Jn. 8:32,34; Rom. 6:17,18),
es un muerto (Ef. 2:1,5) que necesita vida (Jn. 10:10; Col. 2:12). El pecador
necesita escapar “del lazo del diablo” (2 Tim. 2:26) y el evangelio de
Cristo “es poder de Dios para salvación” (Rom. 1:16). ¿Dónde está la fuente de la sabiduría que nos
dirija por el buen camino? La Biblia dice, “Fíate de Jehová de todo tu
corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus
caminos, y él enderezará tus veredas” (Prov. 3:5,6). La sabiduría humana no puede resolver nuestro
más profundo problema. Pero, la sabiduría de Dios sí. Hay muchas fuentes de
sabiduría humana que promueven estilos de vida “liberadores”, sin embargo, no
pueden sustituir a la sabiduría celestial que realmente nos libera y santifica
(Jn. 8:32; 17:17).