Reuniones sociales



Por Josué I. Hernández

 
La Biblia alienta la actividad social sana. Los cristianos son alentados a comer juntos (Hech. 2:46), descansar (Mar. 6:31) y disfrutar (cf. Ecles. 2:24; 3:22; 9:7-9; 1 Cor. 7:33,34). La Biblia nos informa que nuestro Señor Jesucristo asistió a una boda (Jn. 2:1,2) y acudió a diversas cenas (cf. Luc. 5:29; Luc. 7:34,36; Jn. 12:1,2).
 
Sin embargo, la Biblia no autoriza que la iglesia organice o promueva actividades sociales, ni en el edificio de reuniones, ni en alguna otra parte. La función de la iglesia local no es organizar, promover, o financiar, convivios. Cuando la iglesia se involucra en quehaceres sociales, está dejando de perseverar en la doctrina de Cristo (cf. Jn. 8:31; 2 Jn. 9).
 
Piénselo detenidamente. Si la iglesia organiza un convivio usando las sillas y el sistema de amplificación, ¿por qué no podría usar el local de reuniones ? Si usar el local de reuniones para un convivio está bien, entonces la cocina está bien; y si la cocina está bien, entonces la cancha de futbol está bien.
 
La iglesia no tiene permiso de Dios para involucrarse en actividades sociales, ya sea en algún parque, u otro lugar público. La función de la iglesia es netamente espiritual (cf. Hech. 2:42; 20:7; 1 Cor. 14:26; 1 Tim. 3:15). Cuando la iglesia se reúne, no se reúne para comer socialmente (cf. 1 Cor. 11:22,34). La iglesia no tiene permiso, o autorización, del Señor Jesucristo para usar sus recursos (tesorería, edificio, sillas, sistema de amplificación, etc.) para involucrarse en actividades sociales. 
 
Cuando alguno replica: “La Biblia no dice que no se puede”, usa el mismo argumento de aquellos que apelan al silencio bíblico como autoritativo. No hay sabiduría, sino necedad, en aquel que apela a lo que no dice la Biblia.
 
Es impropio afirmar: “la Biblia no dice que no se puede”. La cuestión es reconocer lo que Dios requiere, su permiso, su autorización, es decir, el “escrito está” (cf. Mat. 4:4,7,10), para hablar donde la Biblia habla y callar donde ella calla (cf. 1 Ped. 4:11), haciendo todo en el nombre del Señor Jesús (Col. 3:17).
 
Cuando afirmamos: “escrito está”, apelamos a la autorización bíblica, y actuamos por fe. Por el contrario, cuando alguno afirma: “no está escrito”, apela al silencio de las Escrituras, y carece de base bíblica.
 
No queremos pensar más allá de lo que está escrito (1 Cor. 4:6), ni queremos ser hacedores de maldad (Mat. 7:21-23). Por lo tanto, debemos adherirnos y conformarnos al patrón de las sanas palabras de Cristo (cf. 1 Tim. 6:3; 2 Tim. 1:13).