El Señor Jesucristo dijo, “Si alguno quiere
venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame”
(Luc. 9:23). Hay elementos clave que conforman el verdadero discipulado. Meditemos
en esto. Determinación:“Si alguno quiere venir en pos de mí”.
Se requiere una intención personal bien enfocada, una determinación genuina para
seguir a Cristo. Negación:“niéguese a sí mismo”. Se requiere
devoción total, que la voluntad del Señor prevalezca sobre el ego del discípulo. Muerte:“tome su cruz cada día”. Se requiere cargar
el propio instrumento de muerte, y hacerlo cotidianamente, permaneciendo listo
y dispuesto a morir por Cristo cada día. Dedicación:“sígame”. Se requiere seguir al Señor
Jesucristo hacia donde él va. La imagen es elocuente. Un discípulo determinado
a seguir a Cristo, negándose a sí mismo, cargando su propia cruz, y siguiendo al
Señor. Sin duda alguna, cargar el propio instrumento
de muerte por la causa de Cristo tiene una aplicación metafórica, “cada día
muero… Con Cristo estoy juntamente crucificado” (1 Cor. 15:31; Gal. 2:20).
Sin embargo, nada en el contexto sugiere que este requisito esté limitado a una
muerte figurada. El verdadero discípulo debe estar dispuesto a morir literalmente
por causa de Cristo, “Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá;
y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará” (Luc. 9:24;
cf. Apoc. 2:10). Apreciamos la vida física. Queremos tener buena
salud, e invertimos en ella. Queremos superar la enfermedad y vivir el mayor
tiempo posible, y a toda costa, y ver a nuestros hijos y nietos crecer. Y aunque
no hay pecado en esto, se plantea fácilmente la pregunta si realmente
moriríamos por causa de Cristo. Solo dios sabe cuántos discípulos murieron por
la fiera persecución mientras recordaban este requisito. ¿Qué de nosotros?
¿Seguiremos a Jesús si esto requiere que algún día muramos por él? ¿Lo haremos?