Por Josué I. Hernández
La historia de Amasías, rey de Judá, se encuentra
en 2 Crónicas 25. Al leer el registro de su vida, sorprende la declaración, “Hizo
él lo recto ante los ojos de Jehová, aunque no de perfecto corazón” (2
Cron. 25:2).
De las cosas buenas que hizo se destacan dos;
primeramente, la ejecución de los asesinos de su padre, respetando la ley de Dios
que le prohibía matar a los hijos de ellos (2 Cron. 25:3,4; Deut. 24:16); y, en
segundo lugar, el esfuerzo para vencer a los edomitas conforme a la palabra de
Dios, despidiendo a los mercenarios de Israel (2 Cron. 25:5-12).
Lo peor que pudo haber cometido fue la idolatría,
cuando al regresar victorioso, “rajo también consigo los dioses de los hijos
de Seir, y los puso ante sí por dioses, y los adoró, y les quemó incienso”
(2 Cron. 25:14). La reprensión del profeta fue contundente, “¿Por qué has
buscado los dioses de otra nación, que no libraron a su pueblo de tus manos?”
(2 Cron. 25:15); sin embargo, el rey replicó: “¿Te han puesto a ti por
consejero del rey? Déjate de eso. ¿Por qué quieres que te maten?” (2 Cron.
25:16). Luego de esto, no es sorprendente leer sobre la caída Amasías: “Antes
del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu”
(Prov. 16:18).
Dios es digno de que le sirvamos con todo el
corazón (cf. 1 Cron. 28:9; Mar. 12:30). Ninguno puede agradar a Dios con el
corazón dividido (Mat. 6:24). Dios exige nuestro corazón completo.
Amasías hizo lo correcto cuando le convenía, o,
por lo menos, cuando aquello no lo contrariaba. Sin embargo, cuando se empecinó
por adorar a los ídolos, transgredió el mandamiento fundamental: “No tendrás
dioses ajenos delante de mí” (Ex. 20:3). Así también hoy, podríamos hacer
muchas cosas bien y haber dejado nuestro primer amor (Apoc. 2:2-4).
Amasías comenzó bien, pero su dedicación no fue
total. El profeta de Dios le había dicho: “Yo sé que Dios ha decretado
destruirte, porque has hecho esto, y no obedeciste mi consejo” (2 Cron.
25:16). Entonces, rehusando arrepentirse, Amasías fue quebrantado, y perdió su
reino, su vida, y su alma (2 Cron. 25:21-28).
“Porque las cosas que se escribieron
antes, para nuestra enseñanza se escribieron” (Rom. 15:4).