Cuando ha ocurrido algo desagradable, e
incluso, trágico, algunos suelen decir “es lo mejor”. Con esto procuran cubrir
la desagradable situación con algo de optimismo y esperanza. Ciertamente, hay
ocasiones dolorosas que son “lo mejor” para nosotros, pero no siempre es así.
Por ejemplo, cuando los hijos de padres divorciados sufren las consecuencias, y
viajan de un hogar a otro, y deben adaptarse a la nueva situación, algunos comentan
“es lo mejor”. ¿Es lo mejor para quién? Para los niños que sufren las
consecuencias no “es lo mejor”. Ciertamente, el Señor Jesucristo autoriza el
divorcio y las segundas nupcias para el cónyuge fiel que sufre la fornicación
del otro. En semejante caso el divorcio y las segundas nupcias son lícitos (Mat.
5:32; 19:9). Sin embargo, en la mayoría de los casos, cuando los padres afirman
que “se les acabó el amor”, porque “no se llevaban bien”, etc., ¿cómo puede ser
“lo mejor” someter a los inocentes a un divorcio injusto? El caso anterior es solo una ilustración del
egoísmo general. Solemos ser más egoístas de lo que admitimos. Frases como “es
lo mejor” aplicadas a un hogar roto demuestran hasta qué punto podemos ser
egoístas. Un consejo: Cuando alguien diga “es lo mejor”,
averigüe para quién, y por qué, tal cosa es lo mejor. Puede que no lo sea, si
no se ajusta a la palabra de Dios no puede ser lo mejor. Si un hermano estaba considerando el
matrimonio, pero a la luz de Mateo 19:9 no tenía derecho a casarse y, por lo
tanto, no lo hace, eso es bueno, no hay nada mejor. Si un hermano rechazó la oportunidad de un
trabajo con más salario, porque le impediría congregarse fielmente (Heb. 10:25)
y afectaría su relación con la familia (Ef. 5:25-6:4), eso es bueno, no hay
nada mejor. Cuando un hermano se aleja de amistades de mal
carácter e influencia, para evitar la corrupción (1 Cor. 15:33), tal separación
es algo bueno, es para bien, no hay nada mejor. En fin, siempre es bueno, y para bien, cuando
tomamos decisiones basadas en la voluntad de Dios (cf. Col. 1:10; 3:17; Heb.
5:9). Sin embargo, nunca es para bien, ni lo mejor, cuando tomamos decisiones
para satisfacer nuestros deseos egoístas. Cuando alguno justifica el pecado diciendo “es
lo mejor”, ha rechazado los caminos y pensamientos de Dios (Is. 55:9). Por lo
tanto, debemos examinarnos para ver si lo que estamos haciendo es realmente
algo bueno, y para bien, según Dios (1 Tes. 5:21; 2 Cor. 13:5).