La predicación



Por Josué I. Hernández

 
Mientras los hombres suelen tener sus propios objetivos para la predicación, por ejemplo, satisfacer alguna demanda popular, Dios tiene sus propios objetivos con la predicación del evangelio. Es oportuno reconocer qué es la predicación y qué es lo que Dios quiere lograr con ella.  
 
Predicar es instruir
 
En su eterna sabiduría, Dios dispuso las cosas para que el mundo, usando su propio razonamiento, no pudiera conocerlo (1 Cor. 1:21; 2:9). Entonces, la verdad fue revelada por Dios para ayudarnos en esta limitación, para que por medio de la fiel predicación la humanidad sepa la verdad (1 Cor. 2:11-13; Ef. 3:1-5; 2 Tim. 3:16,17). La predicación debe instruir a los oyentes.
 
Predicar es convencer
 
Los predicadores deben hacer más que afirmar que ciertas cosas son verdades. Pablo es un buen ejemplo de cómo se debe predicar: “Y Pablo, como acostumbraba, fue a ellos, y por tres días de reposo discutió con ellos, declarando y exponiendo por medio de las Escrituras, que era necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos; y que Jesús, a quien yo os anuncio, decía él, es el Cristo” (Hech. 17:2,3). La predicación debe probar lo que se afirma para convencer con la evidencia.
 
Predicar es mandar
 
El evangelio es la buena noticia de la salvación en Jesucristo. Dios ha establecido la obediencia al evangelio como la condición para salvación (cf. Rom. 10:16; 2 Tes. 1:8). El apóstol Pablo escribió: “Porque ya sabéis qué instrucciones os dimos por el Señor Jesús” (1 Tes. 4:2). La predicación que no señala los mandamientos de Cristo no cumple su deber.
 
Predicar es reprender
 
No todos son receptivos a la verdad, y algunos son obstinados y necesitan reprimenda. Pablo dijo a Timoteo, “que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina” (2 Tim. 4:2); y también dijo a Tito: “Esto habla, y exhorta y reprende con toda autoridad. Nadie te menosprecie” (Tito 2:15). La predicación que no reprende las obras infructuosas de las tinieblas (Ef. 5:11) no cumple con este bendito deber. 
 
Predicar es recordar
 
No todos los sermones deben abarcar temas novedosos. Pedro escribió dos cartas diseñadas para recordar lo que su auditorio ya sabía (cf. 2 Ped. 3:1,2). Así también, Timoteo y Tito recibieron la instrucción de recordar a los hermanos (cf. 2 Tim. 2:14; Tito 3:1). La predicación fiel involucra repetir lo enseñado para recordar a los oyentes.
 
Predicar es animar
 
Luego de su primera gira evangelística, Pablo regresó a los lugares que acababa de visitar, “confirmando los ánimos de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la fe, y diciéndoles: Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios” (Hech. 14:22). La predicación fiel no solo reprende el error, también anima.
 
Conclusión
 
No hay sermón que pueda cubrir todos los objetivos de la predicación; sin embargo, la fiel predicación siempre se dirige a las necesidades espirituales inmediatas del auditorio, y a medida que los oyentes se exponen a ella, la palabra de Dios va cumpliendo su propósito.
 
Obviamente, entretener no figura en la descripción bíblica de predicación. Dios no contempla la diversión en sus objetivos para la predicación.