El término “prófugo”, del latín
“profugus”, significa “el que huye”, y se utiliza principalmente para describir
a una persona que huye de la justicia. Esta huida implica una evasión
deliberada de los cargos y sanciones correspondientes. Usualmente, el prófugo
recibe algún apoyo para huir, y quienes le apoyan, participan de un
encubrimiento para favorecer la evasión. Mientras alguno huye de sus
responsabilidades legales, Jesucristo dijo: “Dad a César lo que es de César,
y a Dios lo que es de Dios” (Mar. 12:17). Conforme a esta enseñanza del
Señor, Pablo escribió: “Sométase toda persona a las autoridades superiores;
porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido
establecidas” (Rom. 13:1), “Recuérdales que se sujeten a los gobernantes
y autoridades, que obedezcan, que estén dispuestos a toda buena obra” (Tito
3:1). El apóstol Pedro también declaró: “Por causa del Señor someteos a toda
institución humana, ya sea al rey, como a superior, ya a los gobernadores, como
por él enviados para castigo de los malhechores y alabanza de los que hacen
bien” (1 Ped. 2:13,14). El gobierno está puesto “para
castigo de los malhechores y alabanza de los que hacen bien” (1 Ped. 2:14),
y ejecutar la pena de muerte si fuere necesario, “porque no en vano lleva la
espada” (Rom. 13:4), por esta razón Pablo dijo: “Porque si algún
agravio, o cosa alguna digna de muerte he hecho, no rehúso morir” (Hech.
25:11). El apóstol Pablo sufrió mucho por
la causa de Cristo (ej. Hech. 14:19; 16:23; 21:31), pero no huía de la justicia
procurando evitar algún castigo merecido. Él no era un prófugo de la justicia.
Sus padecimientos no estaban legalmente justificados (cf. 2 Tim. 2:9,10; 1 Ped.
2:20). Mientras el prófugo huye para
evitar sufrir el castigo merecido, los verdaderos cristianos se someten a las
autoridades civiles, aunque esta subordinación involucre sanciones por delitos
pasados. Dios perdona al obediente, y este
último es liberado de la culpa de sus pecados (cf. Hech. 2:38; 8:22). Sin
embargo, la obediencia al evangelio no libra al delincuente arrepentido de las
consecuencias legales de su conducta.