Por Josué I. Hernández
Un hermano me envió una fotografía de cierto
personaje de Hollywood, y en la fotografía se lee: “No aprenderás nada de la
vida si crees que tienes la razón todo el tiempo”. Aunque no publicaré lo
que el hermano y yo conversamos, ni tampoco publicaré la fotografía, comparto
con el lector algunas reflexiones que pueden ser útiles.
Nuestra sociedad aborrece la verdad, y aborrece
los absolutos, y algunos hermanos están cayendo de rodillas ante el poder sugestivo
del posmodernismo. Con regularidad podemos ver a hermanos citando dichos y
frases que no están “de acuerdo con la sana doctrina” (Tito 2:1).
¿Cómo sabemos que alguno “cree que tiene la
razón todo el tiempo”? No conocemos el corazón de otro para decir tal cosa.
Pero, el enemigo de la verdad prefiere decir tal cosa, y que “aprendamos de la
vida”, en lugar de aprender de Dios en la Biblia (2 Tim. 3:16,17). La frase del
enemigo de la verdad suena bien, es emotiva, mueve los sentimientos, pero es una
apelación al relativismo moral. Nunca Cristo y sus apóstoles enseñaron a “aprender
de la vida”, como insiste el relativista.
El actor de la fotografía es un enemigo de
la verdad, no es un hombre de Dios. Debemos tener misericordia de este enemigo de la fe, porque él
necesita aprender, y aunque puede, no quiere; y reconocer que él no podría enseñarnos lo que él mismo no
ha aprendido.
Algunos no tienen convicciones y se quejan
afirmando que el hombre de fe, que predica la verdad y la defiende, “cree tener
la razón todo el tiempo”. Sin embargo, el hombre de fe no tiene la verdad,
sino que la verdad lo tiene a él. El hombre de fe “es de la verdad”
(cf. Jn. 18:37).
El enemigo de la verdad afirma que el hombre
de fe “cree que tiene la razón todo el tiempo”, pero lo que realmente sucede es
que el enemigo de la verdad, “cree tener la razón todo el tiempo” al abogar por
la ausencia de una verdad divina absoluta y vinculante, la cual nos hace libres
(Jn. 8:32) y nos santifica (Jn. 17:17). El relativista se contradice a sí
mismo, es una contradicción en sí mismo.
El enemigo de la verdad no se sujeta a Dios,
a él no le gustan los “escrito está” (Mat. 4:4,7,10), y es un detractor (cf. “¿Eres
tú el que turbas a Israel?”, 1 Rey. 18:17; “este hombre es una plaga”, Hech. 24:5).
Para el enemigo de la verdad es mejor decir que
el hombre de fe “cree tener la razón todo el tiempo”, en lugar de escudriñar
las Escrituras (Jn. 5:39) para ver si lo que decimos es, o no, así (Hech.
17:11).
Que no sigamos el
camino de los enemigos de la verdad